Los siete pensamientos que rondan mi cabeza al desear volverme vegana 

Margarita Palacios/ Zoom

Acabo de comer dos panqueques esponjosos con leche condensanda. Anoche me engullí un pedazo de torta de chocolate y mejor ya no sigo recordando que el chaqui moral me pesa más que la masa que se digiere en mi estómago. 

Así que a modo de ordenar mis ideas, escribí esta nota con siete pensamientos recurrentes que tengo este último tiempo respecto a mi transición del vegetarianismo al veganismo. 

La publico el 14 de octubre, fecha que se celebra el Día Mundial de los Animales con el fin de reivindicar sus derechos y recordar la importancia de todas las especies que en su mayoría son víctimas de nuestro egoísmo y crueldad.

1. Es tan rico que no creo poder dejarlo...

Puedo recordar el placer en mi boca que sube como estrellitas hasta mis oídos y mientras me dejo llevar con la dulzura de cada bocado me llega un mail. Son los chicos de Igualdad Animal. Lo primero que pienso es que esos comunicadores son muy profesionales, luego entro al enlace que adjuntan y justo me toca ver un video de cómo viven las gallinas en España. 

Lo sé, es espantoso: 24 gallinas en una jaula de ocho metros de largo y medio de ancho. (¡De paso lo dice como si fuera un paraíso!)

2.  ¿Realmente pasa lo mismo en Bolivia?

Siempre que veo esas información y acepto comer un queque, por ejemplo, pienso que la situación en Bolivia no es igual a la explotación de esos países. - Imposible que acá se hacine a las vacas, se les quite sus hijos apenas nacen o las hagan dar leche hasta que sangren y ya no puedan pararse del dolor. -  Pero creerme esa historia es como pensar que nosotros venimos de cigüeñas.

3. Bienvenida a la triste realidad

No te engañes Margarita, acá los animales también sufren para darnos esos momentos de placer. ¿No te acuerdas cuando fuiste a la feria de ganado en Lahuachaca? ¿Cómo metían a las vacas en los camiones? Las golpeaban y les introducían sus dedos en el ano a modo de dirigirlas. Ya adentro no podían ni mover la cabeza de lo apretadas que estaban unas con otras. 

4. ¡Te odio matrix!

Me voy acordando y es inevitable sentirme mal, cómplice de esa tragedia. Me da algo de impotencia por no hacer nada y un bajón al creer que no podré cambiar completamente mi alimentación. Finalmente que importa que me caiga pesado comer lácteos y huevos, el dolor de barriga pasará en una hora pero los animales seguirán sufriendo.

5. Respira. Vas a lograrlo

Me tranquilizo pensando que no como carne hace cuatro años, luego escribiré de los beneficios de esa decisión. Tampoco tomo leche pura. Una vez que dejas de consumirla y por alguna razón vuelves a ingerirla se siente una textura mocosa. ¡Horrible! Pero el queso derretido, los sandwiches de huevos, y todas las masitas dulces que me fascinan... (Suspiro). 

6. Próxima tarea: investigar

Siento que estoy 95% lista para dar el siguiente paso. Lo haré pronto de la mano de la investigación. Entre mis pendientes está hacer un reportaje para saber el nivel de sufrimiento al que son sometidos los animales en Bolivia por producir leche y huevos. Más allá de la nota, es para convencerme y no tener más excusas de dar mi brazo a torcer.

7. Disfruta y déjate inspirar 

Mientras tanto me agrada ver las publicaciones de activistas por los derechos de los animales de otros países. Todos muy preparados, con tanta energía positiva que contagian fuerza de voluntad. En la noche agregaré un listado que hice de personas que deberías seguir si estás por el mismo camino que yo. Un abrazo y que tengan un lindo octubre.