La disputa por el Ártico en medio del deshielo

Rusia, Estados Unidos (Alaska), Canadá, Finlandia, Dinamarca (Groenlandia), Noruega, Islandia y Suecia, son los países que se dividen la soberanía del Océano Ártico, sin embargo, este territorio está bajo el control de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y el Consejo Ártico el cual está compuesto por las mismas naciones que lo disputan.

Expertos consideran que los participantes del Consejo Ártico van a luchar entre sí en un futuro próximo e incluso se podrían generar arduos debates que conlleven a conflictos armados, destacan algunos analistas consultados por el portal de noticias RT, quienes aseguran que la guerra por el Ártico ya ha comenzado.

No obstante, la docente del departamento de Derecho Internacional Público en la Universidad Complutense de Madrid, Sinc Elena Conde Pérez, opina todo lo contrario. Para ella "en la práctica jurídica y política, las cosas son bastante normales".

Conde está bajo la dirección de un proyecto sobre la carrera por el Ártico: cuestiones de Derecho Internacional a la luz del cambio climático, por lo que ha realizado una investigación profunda en el tema y ante ello opinó: "no es que se esté produciendo una batalla descontrolada por ganar nuevas cuotas de soberanía, por el contrario creo que el Ártico va a seguir siendo un espacio de cooperación, pese a las actitudes expansionistas y al conflicto con Rusia".

El dato: El Ártico es una región que ocupa una sexta parte de la superficie terrestre, es decir, más de 30 millones de kilómetros cuadrados en 24 husos horarios. Esta área está cubierta, en gran parte, por las aguas del océano, pero también abarca enormes extensiones de tierra firme. La región cuenta con unos 4 millones de habitantes en más de 30 pueblos indígenas.

La guerra de los descubrimientos

NASA

La cuenca ártica se convirtió en una "guerra de los descubrimientos" desde el momento en que un grupo de científicos rusos instaló en 2007 una bandera de titanio en el fondo del mar como una forma de reclamar que Rusia comparte plataforma continental con el Polo Norte.

La acción generó un debate por parte del Parlamento Europeo que en 2008 votó a favor de que esta región fuera un espacio protegido y un patrimonio común de la humanidad. No obstante, los Estados árticos se pronunciaron y destacaron que el Ártico es un espacio como cualquier otro regido por el derecho internacional.

Para afrontar algunos de los problemas de la zona fue creado en 1996 el Consejo Ártico en el que además de estar a cargo de sus países que lo disputan, también lo integran otras naciones que cumplen funciones como observadores: Reino Unido, España, Alemania, Países Bajos, Polonia y Francia, mientras que la Unión Europea, Singapur, India y Japón quieren ser parte de esta clasificación y regiones como: China, Italia y Corea del Sur se destacan como observadores temporales.

Su actividad se circunscribe a las cuestiones medioambientales, científicas, de desarrollo sostenible y a la coordinación de las actuaciones en casos de emergencias.

Aún en la actualidad la disputa por las riquezas naturales que posee esta área se mantiene vigente, puesto que el espacio marítimo aún no ha sido delimitado a pesar de que las fronteras terrestres si lo están.

De acuerdo con la Convención de Naciones Unidas del Derecho del Mar, a los países limítrofes les pertenecen los recursos naturales del fondo marino y su subsuelo, hasta 200 millas desde sus costas e incluso pueden solicitar su ampliación hasta 350 millas, siempre y cuando comprueben que esa extensión forma parte de su plataforma continental.

¿Qué hay de importante en el Ártico?

EFE

Este Océano posee una gran riqueza energética donde se alberga el 13 por ciento del petróleo (90 mil millones de barriles) de los recursos convencionales no descubiertos el mundo y el 30 por ciento de sus recursos de gas natural, según una evaluación realizada en el 2012 por el Instituto Geológico de EE.UU..

En la región también hay depósitos minerales con oro, platino y diamantes, así como bancos de peces y una gran fauna de importante valor comercial.

El Ártico ha sido históricamente una zona considerada de interés estratégico vital. 

Detalladamente, en el Ártico se encuentran 19 cuencas petroleras, algunas de ellas, como la Bahía de Prudhoe, en el centro de la costa norte de Alaska, donde se produce desde 1968, sin embargo, la mitad de los yacimientos permanecen inexplorados.

En Groenlandia se encuentran las mayores reservas mundiales de petróleo, se calcula que frente a la costa oriental yacen 110 mil millones de barriles de petróleo, mientras que en la parte rusa está la mayoría de las reservas del gas natural.

Geopolítica del Ártico

Getty 

A consecuencia de los cambios en el clima y los avances tecnológicos, la importancia geoestratégica del Ártico crece a mayor velocidad que el deshielo de la zona.

El hielo ártico continúa disminuyendo y establece un ritmo del 13,4 por ciento de descenso por década, en relación con el promedio entre 1981 y 2010. Además, los períodos con mayor deshielo -desde que hay registros por satélite- se han producido en los últimos nueve años y nada apunta que las cosas mejoren, según evaluaciones científicas hechas por el Centro Nacional de Datos de Hielo y Nieve (Nsidc, por su sigla en inglés).

Bajo esta situación, la disputa por esta región se incrementa debido a que el deshielo abre nuevas rutas de navegación lo que genera la posibilidad de abrir campos petrolíferos y de gas.

El deshielo abriría dos principales rutas que acortarían la distancia entre Asia y Europa: la del Noroeste y la del Noreste.

La primera bordea la costa septentrional norteamericana, conectando el océano Atlántico y el Pacífico. En ella se encuentra el primer conflicto de intereses debido a que, al atravesar estrechos localizados en un archipiélago de su soberanía, Canadá entiende que son sus aguas interiores, por lo que le corresponde establecer las condiciones de tránsito.

Mientras que EE.UU. y Europa, resguardando sus intereses, consideran que estos estrechos deben estar abiertos a la libre navegación internacional.

En el caso de la segunda ruta, la del Noreste que también une los océanos Atlántico y Pacífico, pero lo hace a través de las costas del norte de Rusia. Ofrece, en principio, un camino más económico, rápido y seguro que las actuales rutas, bajo la amenaza de la piratería y el terrorismo, así como de la inestabilidad casi permanente en ciertas regiones.