Leche de vaca, ¿saludable o no?

Una de cada tres personas en España sufre algún grado de intolerancia a la lactosa

Desde que investigadores de la Universidad de Harvard (EEUU) advirtieran de la posible conexión entre una ingesta elevada de lácteos y el riesgo de desarrollar ciertos tipos de cáncer (como el de ovarios y próstata), muchas han sido las voces de alarma que han surgido en contra de este hábito dietético tan arraigado en nuestra cultura. 

Si bien es cierto que, como sostiene Jeffrey Holly, catedrático de Ciencias Clínicas de la Universidad de Bristol (Reino Unido), una dieta variada "no necesita" incluir derivados de la leche y, por tanto, su consumo "no es imprescindible" para garantizar un correcto funcionamiento de nuestro organismo (al menos en la etapa adulta), tampoco existe un respaldo científico unánime en cuanto a la eliminación total de estos alimentos de nuestra dieta. 

Así mismo, y con respecto a la posible relación entre la leche y el cáncer, debemos saber que la aparición de la enfermedad o, más bien, de este conjunto de enfermedades, depende de múltiples factores, entre ellos la predisposición genética, el estilo de vida y, por supuesto, la alimentación. Su desarrollo, así pues, no es consecuencia directa de un único factor.

¿Qué te recomiendo?

Limita el consumo de leche y derivados: no más de 2 servicios por día. 

Más cantidad no aporta ningún beneficio al organismo.

La leche no es la única fuente de calcio

Los vegetales de hoja verde son una fuente interesante de este mineral; cuanto más verde, mejor.

Consume tofu, berza, col china y judías verdes.

Apuesta por las espinacas frescas, en ensaladas. 

La vitamina D, junto con el calcio, juega un papel importante en la mejora de la salud ósea: toma pescado azul y aceite de hígado de bacalao.

Se recomienda el consumo de 1200 mg de calcio y 800 UI de vitamina D diarios para reducir el riesgo de pérdida de densidad mineral ósea.

Las leches vegetales: 
de almendras, avellanas, arroz y soja

Uno de los mayores ataques hacia la leche de vaca responde a su riqueza en ácidos grasos saturados y, por tanto, a la posibilidad de desencadenar ciertas enfermedades del corazón

Sin embargo, existen voces como la de Manuela Juárez Iglesias, profesora de Investigación 'ad honorem' del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación (CSIC-UAM), que sostienen que "no existen evidencias científicas concluyentes que relacionen la ingesta de la grasas de la leche con riesgos cardiovasculares en personas sanas".

En este sentido, lo más coherente desde el punto de vista nutricional consiste en alternar el consumo de lácteos (bajos en materia grasa) con alimentos que sí sabemos que cuidan nuestro corazón. Como pueden ser las sardinas y otros pescados azules, nueces, almendras, avellanas, semillas de lino y sésamo, legumbres, marisco, cereales integrales y algas.

Y podemos, además, ir incluyendo en nuestra dieta de forma progresiva nuevos sabores y texturas como los que aportan las distintas leches vegetales: almendras, avellanas, soja, coco, arroz, quinoa,... 

Garantizarán un mayor bienestar digestivo.

La intolerancia a la lactosa no implica eliminar los lácteos

La intolerancia a la lactosa o incapacidad para digerir adecuadamente el azúcar de la leche afecta a un 34 por ciento de la población española, según datos de 2010 facilitados por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria.

Existen distintos grados de intolerancia en función de los gramos diarios que se pueden llegar a tolerar: bajo (de 9 a 12 gramos), medio (de 5 a 8 gramos) y alto (hasta 4 gramos). En este sentido, una persona cuyo nivel de intolerancia sea leve digerirá mejor la lactosa que otra con un nivel alto y, por tanto, no estará obligada a eliminar todos los lácteos de la dieta.

Si bien un vaso de leche entera contiene unos 12 gramos de lactosa, el yogur y otras leches fermentadas contienen solo 4 gramos, de ahí que su consumo sea recomendable e, incluso, beneficioso en los casos leves de intolerancia.