SAN IGNACIO DE MOXOS: 
EL LEGADO RELIGIOSO Y CULTURAL QUE PERSISTE EN EL TIEMPO

A poco de celebrarse la festividad de San Ignacio de Loyola, ANF ofrece un reportaje multimedia sobre esta singular población beniana. 

Desde su fundación, hecha por los sacerdotes jesuitas Antonio Orellana, Juan de Espejo y Álvaro de Mendoza el 1 de noviembre de 1689, San Ignacio de Moxos ha sido testigo del entrelazamiento de dos culturas diferentes: la de los pueblos moxeños que se encontraban habitando dichos lares y la de los misioneros que asumieron el reto de llegar a estos paradisíacos territorios amazónicos y levantar la tercera de las misiones jesuíticas que se erigieron en el Beni.

SAN IGNACIO DE MOXOS DEL TIEMPO JESUÍTICO

Quien mejor que Fabio Garbani, sj (sacerdote jesuita), actual párroco de San Ignacio de Moxos, para contarnos sobre la llegada de los misioneros al Gran Moxos.

"Es una historia que se lo ha interpretado de muchas maneras. Una forma de interpretación que he escuchado mucho es que ha sido una manera de colonizar a los pueblos indígenas del Beni, yo creo que esta versión es una cosa muy equivocada y a continuación hablaré de lo que con cuatro años de estar aquí y conociendo a este mundo indígena moxeño he ido como reconstruyendo la historia de las misiones", dijo.

Según Garbani todo comienza con la fundación de Santa Cruz de la Sierra en 1561 y hecha por el capitán español Ñuflo de Chaves, quien llegó al oriente boliviano luego de encabezar una expedición desde Asunción del Paraguay.

Pese a su expulsión, siete años más tarde (1675) los jesuitas nuevamente retornarían a esos territorios ante el llamado de los propios moxeños. En esta ocasión llegan el hermano José del Castillo y los padres Pedro Marbán y Cipriano Barace. Allí se quedan por siete años curando más enfermos, aprendiendo el idioma de los indígenas y catequizándolos. Gracias a la confianza obtenida se funda la primera misión o reducción jesuítica de Loreto en 1682.

EL DATO

Algo que no puede pasar desapercibido es que ese mismo año (1682), el padre Cipriano Barace introduce al primer ganado bovino en Beni. Fue en octubre que partió desde Santa Cruz con 200 cabezas de ganado y, tras 54 días de viaje por selva, pantanos y ríos, llegó a Loreto con solo 89 reses.


Según los datos de las crónicas de aquellos años se sabe que alrededor de la misión, funda en la loma "Ichasi Awasare" (Pueblo Viejo), se concentraron 17 aldeas o parcialidades distintas. Entre los más numerosos se encontraban los denominados Punuanas (tamborilleros) y los Cañacures (curanderos simbadores que pertenecían a la familia lingüística de los Arahuacos o Arawak procedentes de Centroamérica).

Los escritos de aquellos años mencionan que debido a una peste, los jesuitas y los indígenas decidieron abandonar el lugar y reubicar la reducción 15 kilómetros más allá del lugar original. Finalmente allí erigieron el Templo Misional, edificación que fue concluida en 1752.

"Lo que las crónicas hablan de esta misión es que era una en la gente se distinguía por su fervor religioso, fue el lugar donde se construyó el templo misional que era uno de los más grande de Moxos y una de los más adornados y trabajados", agregó el padre Garbari.

La crónica escrita por el jesuita Diego de Eguiluz señala que para levantar el templo los nativos "no dejaron monte que no explorasen por no hallar donde cortar cuartones hermosos e incorruptibles trayéndolos con tanta alegría como si fuese material de juego, sin sentir el hambre, el sol ni el cansancio…". (citado del libro del jesuita B. MERCADO “Ichapekene Piesta: Lectura sapiencial de la Fiesta Grande del pueblo moxeño ignaciano” Vol. 3; Ed. Verbo Divino; Cochabamba, 2017).

El templo misional tuvo la orientación este-oeste y el trazado típico de la cuadrícula para facilitar el acceso a los campos productivos que rodeaban a la edificación principal de la reducción.

El pueblo fue dividido en cuatro sectores: el área del Templo, en la que también se construía un colegio para la enseñanza a los indígenas y el alojamiento de los jesuitas.


El área de las viviendas, destinada al albergue de los nativos y que estaba muy bien estructurada en cuanto a orden y utilidad.

El área de la plaza, donde se desarrollaba los actos públicos como las procesiones, festejos sociales y otros. Su centro estaba marcado por una cruz cuidadosamente tallada. Además la plaza no era exclusiva de los españoles y a su alrededor se situaban las viviendas de las viudas, el centro médico, el granero público, el alojamiento para visitantes y el Cabildo Indigenal.

Finalmente estaba el área productiva en la que se situaban los campos agrícolas, comunes y particulares; los talleres artesanales donde se hacían trabajos de carpintería, platería y otros.

Además de espacios destinados a la crianza de ganado.

El padre Garbari nos da más detalles sobre la reducción jesuítica.

LA EXPULSIÓN DE LOS JESUITAS

A los largo de los años hubo fundación y abandono de distintas misiones jesuíticas, esto debido a distintos factores como el de las enfermedades, sin embargo, un hecho histórico provocó la destrucción de algunas reducciones al punto de dejarlo en ruinas. Hablamos de la expulsión de los jesuitas que es explicada por Garbari.

LA LLEGADA DE LA REPÚBLICA Y LA BÚSQUEDA DE LA "LOMA SANTA"

El interés por el territorio mojeño se perdió con la independencia de Bolivia y la llegada de la República. Sin embargo, a partir de 1840 resurgió la necesidad de ver nuevamente estas tierras por el interés en la quina (cinchona officinalis: planta de la amazonía sudamericana de excelentes propiedades medicinales) y posteriormente por la explotación de la goma a partir de 1970.

Garbari hace un interesante análisis de cómo los intereses económicos por el caucho y la quina provocan el resurgimiento de la búsqueda de la "Loma Santa", un recurso de los indígenas moxeños que deciden adentrarse al bosque y vivir allí al verse amenazados por la explotación laboral tal como sucedió en la época de las misiones jesuíticas.

EL SAN IGNACIO DE MOXOS DE LA ACTUALIDAD 

Foto: ANF

De los tiempos jesuíticos aterrizamos en el ahora. Muchas cosas esenciales se han mantenido en San Ignacio de Moxos, sin embargo, esta localidad no ha estado exenta del crecimiento demográfico, la modernización o la urbanidad, fenómenos sociales que llegaron de la mano de los asentamientos de población blanca mestiza o "carayana" proveniente del extranjero y de gente del occidente del país.

“La presencia de población blanca mestiza o 'carayana' como se denomina acá, se hace más visible a partir de la creación del departamento del Beni en 1942. Esta creación viene acompañada de algunas políticas de motivación para que la población del resto del país pueda llegar a la zona y realizar actividades económicas productivas especialmente”, indicó el técnico de Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA) del Beni, Ismael Gúzman.

Según Guzmán la Revolución de 1952 y el proceso de repartición de tierras que involucró fue totalmente contradictorio para el Beni debido a que en esta región sufrió "un proceso inverso", ya que mientras los campesinos e indígenas de otros departamentos tenían acceso a la tierra que antes perteneció a los latifundistas, en Moxos ocurría totalmente lo contrario.

Con el paso del tiempo el modelo reduccional de la población fue perdiendo fuerza y los nuevos asentamientos urbanos fueron quitándoles espacio a los indígenas que en las épocas misionales vivían alrededor del templo jesuítico.

"Con la llegada de población blanca mestiza fueron estas áreas las primeras en ser despojadas de modo que las familias indígenas tuvieron que retroceder un poco más. Pero a medida que iba incrementándose la población blanca mestiza en el lugar eran objetos de nuevos despojos y tuvieron que recurrir a lugares mucho más alejados", dijo. 

El experto señaló que este fue el punto de inflexión en la que los indígenas moxeños decidieron salir del área urbana e internarse al monte en busca de nuevas tierras y de fundar nuevas comunidades. Era eso o quedarse en la ciudad y optar por servir como peón en una hacienda de propiedad de un "carayana".

Los asentamientos o comunidades también fueron creados por otros indígenas que decidieron ir en busca de la denominada "Loma Santa". A la incursión de los “carayanas” también se sumó la de los occidentales (quechuas y aymaras) a partir de 1970 y que actualmente siguen adquiriendo espacios para impulsar negocios de compra y venta.

“Este proceso de inmigración y circulación continúa en la actualidad en el área urbana de San Ignacio de Moxos. Hay un grupo más o menos significativa de población procedente de estas zonas que incluso ya está incursionando en la actividad ganadera”, finalizó.