María Guadalupe

cartas a un (amor) muerto

"Ay, Moreno de mi vida, qué trabajo me cuesta el vivir sin vos...". María Guadalupe Cuenca escribe. Lo hace con torpeza, intentando calibrar sus ansiedades en la hoja de una carta que jamás llegará a su destinatario final. 

María Guadalupe no lo sabe, pero hace meses que su esposo ha muerto en alta mar. Su inexplicable silencio le carcome. Y escribe.

"Cuando estaré a tu lado, ay mi Moreno de mi corazón, no tengo vida sin vos, se fue mi alma y este cuerpo sin alma no puede vivir..."

Serán más de una decena las cartas que la chuquisaqueña enviará a la nada. A un Mariano Moreno cuyo cuerpo ha sido ya engullido por el mar, a donde fue lanzado tras su extraña muerte a bordo del barco que lo transportaba hacia Londres. 

María Guadalupe recién se enterará de la fatal noticia dos días después de que sus labios sellen el último sobre que ha destinado a su amante.

"Mi amado Moreno, dueño de mi corazón, me alegraré que estés bueno, gordo, buen mozo y divertido pero con ninguna mujer, porque entonces ya no tendré yo el lugar que debo tener en tu corazón por tantos motivos".

Las cartas volverán meses después a sus manos, cerradas, con las palabras enmudecidas. María Guadalupe guardará los sobres para jamás volver a ellas.

Enamorarse de un retrato

La historia de amor entre María Guadalupe Cuenca y Mariano Moreno está impregnada de un halo shakesperiano y bien podría competir con la mejor de las tramas que han surgido de la imaginación de este autor. 

Para reconstruirla, es necesario retroceder al convulso siglo XIX, volver al tiempo de las insurrecciones libertarias latinoamericanas. 

Mariano Moreno tenía 21 años cuando llegó a Chuquisaca desde su natal Buenos Aires. Corrían los primeros días de 1800 y la ciudad altoperuana se ufanaba de contar en sus entrañas con una de las mejores universidades de la Colonia: la Mayor, Real y Pontificia San Fransisco Xavier, donde Mariano inició sus estudios sacerdotales. Sí, Mariano quería ser cura. En cambio encontraría el amor. En cambio hallaría todo un movimiento de pensamiento revolucionario impulsado por las teorías sociales de Rousseau y Montesquieu. 

Su vida dio el giro definitivo en 1803 cuando sus ojos se posaron accidentalemnte sobre el retrato de una adolescente que adornaba uno de los camafeos que colgaba en la vidriera de una tienda de platería. ¿Acaso no tiene algo espectral el amor? 

El flechazo con aquellos ojos bañados en acuarela fue tan contundente que el joven porteño se impuso la tarea de hallar y conquistar a esa muchacha chuquisaqueña.  

Su obsesión le llevaría luego a descubrir que la imagen correspondía a María Guadalupe Cuenca, que tenía 14 años, que su padre había muerto hace años y que su madre, Manuela, acosada por la situación económica, había previsto para su hija un destino de castidad y de monasterio. El amor, en cambio, señalaría un nuevo rumbo: El 20 de mayo de 1804, Mariano Moreno y María Guadalupe sellarían su amor en matrimonio. 

El tiempo de las tempestades

Mariano Moreno decidió dedicarse a las leyes, mientras culminaba sus estudios en en la Academia Carolina. Insuflado por las revolucionarias ideas que conoció en las aulas de la Universidad San Francisco Xavier, pronto comenzaría sus prácticas jurídicas defendiendo a indios que eran explotados por sus patrones. 

Sus ataques a autoridades políticas del Alto Perú (como el intendente de Cochabamba y el Alcalde de Chayanta), sumado a sus ideas revolucionarias (era partidario de la abolición de la mita y defendía las posturas que buscaban declarar como hombres libres a los indios), hicieron insostenible su permanencia en Chuquisaca. Es así que en 1805 no tuvo más alternativa que trasladarse hasta Buenos Aires junto a María Guadalupe y Mariano, su recién nacido hijo. 

Si bien Moreno no dejaría de intentar volver a tierras altoperuanas (solicitó un puesto en Cochabamba), para que María Guadalupe no estuviera tan alejada de su madre, pronto su actividad pública le acercaría a los movimientos revolucionarios que se gestaban en el Río de la Plata. Fue así que terminó como uno de los protagonistas de la Revolución de Mayo de 1810, asumiendo luego una de las secretarías de la Primera Junta de Gobierno instituida por los insurrectos.

Moreno se convirtió en uno de los principales pensadores del nuevo gobierno, lo cual provocó, sin embargo, divisiones internas debido a los radicales cambios estructurales que éste quería incorporar. No tardaría mucho en generarse rencillas internas. Moreno fue alejado del gobierno y la Junta de Gobierno decidió encomendarle una misión diplomática a Inglaterra para así alejarlo un tiempo del país.

Vencido, Mariano Moreno partiría rumbo a Europa el 22 de enero de 1811. María Guadalupe se quedaría en Buenos Aires junto a su hijo. 

"Se me aumentan mis males al verme sin vos y de pensar morirme sin verte y sin tu amable compañía, todo me fastidia, todo me entristece, las bromas de Micaela me enternecen por qe tengo el corazón más pa llorar qe pa reír, y así mi querido Moreno, si no te perjudicas procura benirte lo más pronto qe puedas ó si no aseme llevar pr qe sin vos no puedo vivir."
Parte de una de las cartas enviadas por María Guadalupe.

El silencio que duele

Mariquita, solía decirle Mariano a María Guadalupe. Y ¡cómo extrañaba ella aquella voz que la había conquistado en Chuquisaca! Su situación no era de las mejores. Alejada por miles de kilómetros de su madre y, ahora, de su esposo, vivía junto a su hijo en la casa de los padres de Mariano, en Buenos Aires. Dependía casi totalmente de la familia de éste.

Pero lo que más carcomía a María Guadalupe era el silencio de Mariano. Habían pasado ya más de dos meses desde su partida y no tenía noticias suyas. En marzo de 1811, agobiada, comenzaría a escribir una serie de cartas destinadas a Mariano, en las cuales dejaría plasmadas su pasión y sus temores ante la distancia que los separaba.  

"Sin embargo de aberte escrito hace ocho días te buelbo a escribir pues no me queda otro consuelo. No tengo día más bien empleado que el día que paso escribiéndote y quisiera tener talento y expresiones para poderte decir cuánto siente mi corazón".

Cómo podría María Guadalupe saber que a los pocos días de haber partido rumbo a Europa Mariano había caído enfermo, que había empeorado tras ingerir una supuesta medicina que el capitán de la nave inglesa "La Fama" le había suministrado, que al amanecer del 4 de marzo su corazón había dejado de latir y que su cuerpo había terminado en el mar, envuelto en una bandera inglesa. 

Lo único que María Guadalupe podía sopesar entonces era el desasosiego que la invadía por dentro. Ese silencio del amante que acuchilla. Sólo sabía que amaba y que deseaba ser correspondida.

"Por Dios Moreno escríbeme y date un lugarcito para leer mis cartas, aunque disparatadas, y no las tires sin leerlas, acordate de tu Mariquita que te quiere más que a sí misma y sobre todo lo que hay en el mundo...". 

Manuel, el hermano que había embarcado con Mariano Moreno, llegó a Inglaterra a comienzos de mayo de 1811. El día 11 escribió la carta en la que comunicaba la fatal noticia. Dos días antes de ello, María Guadalupe había cerrado el sobre con la última correspondencia para su Moreno.

María Guadalupe no regresaría a Chuquisaca. Su madre había perdido su única propiedad y culpaba por ello a Mariano. Furiosa, le había iniciado un juicio a su yerno muerto, acusándolo de haber conspirado para despojarla de sus bienes cuando éste vivía en Chuquisaca. 

Viuda y a cargo de un hijo, Cuenca sobrevivió durante años con una magra pensión concedida por quienes se habían encargado de enviar a su marido hacia la muerte. 

Mariquita moriría a los 43 años, en Buenos Aires. Luego de su fallecimiento, las cartas fueron encontradas, selladas, tal cual habían sido enviadas.