El "6 de Agosto"

El cine de barrio que nació durante la Revolución

Los cines de barrio pertenecen a ese tipo de bichos raros en vías de extinción. Y es que provienen de otros cielos. De cuando ir al cine era todo un acontecimiento marcado por pequeñas ritualidades: llegar caminando desde casa, codearse en la taquilla con los vecinos, coincidir con algún chequeo del barrio en los dominios de la casera de golosinas; sentir el chirriar del cuerpo cuando las luces se apagaban o, por tardón, terminar propineando al "acomodador" para que te guie con su linternita a través de la penumbra.

Claro que eran otros tiempos, ni mejores ni peores; sí más entrañables. Cuando la arremetida televisiva y la comodidad del Betamax eran aún una quimera para la mayoría de las familias paceñas que, entonces, se entregaban a la magia de las salas oscuras. Una de ellas, la del Cine 6 de Agosto, “testigo de besos secretos, pedagogo de resuellos”, como lo rememora Manuel Monroy Chazarreta.

El reinado del cine

Los años 70 y 80 marcaron la época dorada de las salas de cine en La Paz. La ciudad presumía entonces de una treintena de espacios de proyección cinematográfica. Y si bien el centro paceño gozaba de una variada oferta -desde el Princesa, el París o el Monje Campero-, el hechizo del séptimo arte tocaba también a las barriadas. Miraflores era una de las zonas más afortunadas: contaba con los cines Avenida y Miraflores. Igual que la populosa Garita de Lima, donde se alzaban el Madrid y el Monumental Roby. La histórica San Sebastián se ufanaba del Universo, mientras que en Villa Fátima se alzaba el cine Busch. Y mientras los vecinos de Villa Victoria se encaramaban de las butacas del cine Illimani, los habitantes de la Riosinho gozaban con esa joyita llamada Cinemateca y de las proyecciones gratuitas que, de cuando en cuando, se ofertaban desde San Calixto. Pero si ha habido un cine de barrio por excelencia en La Paz, ese, ni duda cabe, ha sido el 6 de Agosto, espacio que a 63 años de su apertura oficial se niega a desaparecer.

El presidente Víctor Paz Estenssoro felicita a René Quiroga Rico, uno de los impulsores del Cine 6 de Agosto, el día de la premiere.

Una coqueta sala para Sopocachi

Cuántas historias se habrán hilvanado en las venas del Cine 6 de Agosto. La primera página se comenzó a escribir en 1954, cuando Bolivia transitaba por las profundas transformaciones de la Revolución del 52. Entonces los socios de la empresa minera Emusa -Bracamonte y Quiroga- decidieron dar luz verde al proyecto de construcción del cine de Sopocachi. El diseño de la coqueta infraestructura fue encargado al arquitecto Jorge Peña y Lillo y su edificación -entre las calles Rosendo Gutiérrez y Fernando Guachalla- fue confiada al italiano Enrico León, quien ya llevaba en su haber edificaciones emblemáticas como el Obelisco o el edificio Emusa.

Ningún detalle se escatimó para dotar al 6 de Agosto con lo más moderno y lujoso de su época. No por nada la estructura de estilo Art Deco ha sido catalogada como "única e irremplazable" e “icono que pertenece a la memoria e imaginario colectivo de los paceños”. Su interior, con una amplia y elegante escalera helicoidal, pasamanos vidriados y un gran espejo decorando una de sus paredes, marcó desde el inicio la identidad de este espacio cultural.

La sala de proyección se equipó entonces con lo más avanzado de aquellos años, al introducir en el país el sistema CinemaScope, “el mayor adelanto en los anales del entretenimiento”, como se publicitaba entonces en la prensa local.

El domingo 5 de junio de 1955 se abrieron las puertas del Cine 6 de Agosto, con la premiere de la película “El manto sagrado”. Dirigida por Henry Koster e interpretada por Richard Burton y Victor Mature, la proyección privada de esta épica-histórica contó con lo más granado de la sociedad paceña. La gala tuvo entre sus espectadores al presidente de la República, Víctor Paz Estenssoro, y al vicepresidente, Hernán Siles Zuazo.

La noticia de la apertura del cine se codea en las páginas de la prensa de la época con extensos artículos dedicados a la liberación de los presos políticos de Falange Socialista Boliviana, que habían sido confinados en campos de concentración. Bolivia vivía momentos tensos de reacomodo político y social. Y no cabe duda que el cine se constituyó en una vía de escape para muchos.

Con todo, tras la premiere, el Cine 6 de Agoto permaneció cerrado al público hasta el viernes 24 de junio, cuando se anunció en la prensa la “Grandiosa inauguración en funciones de tanda y noche. Estreno de la primera película en Cinemascope EL MANTO SAGRADO. Precios: 450”. Desde ese día, la sala de Sopocachi se sumó a la nutrida oferta cinematográfica ofrecida por otros 15 cines. Un lujo que sería impensable de gozar hoy. Y es que uno a uno los colosos cinematográficos de La Paz fueron cerrando sus puertas. La Tv, el VHS, los cineclubs; los CD, los DVD, la piratería y las multisalas fueron minando lentamente la capacidad de las salas tradicionales, que poco a poco se transformaron o en supermercados o en espacios de congregación cristiana.

La sala renace

La crisis también golpeó al Cine 6 de Agosto, que estuvo a punto de cerrar sus puertas de forma definitiva debido al incumplimiento de deudas por parte de sus propietarios con el Banco Mercantil. El 2006, bajo el impulso del alcalde Juan Del Granado y las gestiones de Pablo Groux, entonces Oficial Mayor de Culturas, las instalaciones del 6 de Agosto pasaron a manos de la comuna paceña. Bajo el compromiso de liberar al banco del pago de impuestos por el valor de la deuda (560.000 dólares), el Gobierno Municipal de La Paz obtuvo las llaves de la sala. Y entonces otra página comenzó a ser escrita.

El viernes 14 de julio de 2006 las butacas del cine de Sopocachi volvieron a recibir a los amantes del cine. Esta vez la apuesta fue por lo nacional con la proyección de la ópera prima de Sergio Calero, “El Clan”. Desde entonces, con altibajos, el Cine Teatro Municipal 6 de Agosto ha intentado mantener vivo el encanto de los cines de barrio. Sin embargo, su condición de sala de proyección y, al mismo tiempo, de teatro dificulta ese objetivo, pues la oferta fílmica se reduce a tan sólo dos días a la semana (martes y miércoles). Es por ello que se proyecta dividir el espacio en dos ambientes independientes: uno dedicado enteramente al cine y, otro, a propuestas escénicas.

A 63 años de su apertura, el Cine Teatro 6 de Agosto es un patrimonio de los paceños. Un espacio de fomento de las artes y propicio caldo de cultivo de historias particulares. Porque ¿quién en algún punto de su vida no ha andado por sus recovecos? Como Grillo Villegas, quien de su adolescencia atesora en su memoria las proyecciones de matinée de las 15:45 (15 minutos más tarde que los demás cines) que terminaban siempre en el Snack Shop. O Manuel Monroy Chazarreta, quien en una de sus sabrosas “Crónicas del Papirri” nos recuerda que creció “a espaldas del cine, debajo de su nuca”.

“Gracias, gracias querido Cine 6 de Agosto por albergar mi infancia en tu espalda, por el primer asombro, por la piel de tu pantalla, por aquellas fotos añejas, por tus monstruos enmarcados en redondo, por tu escalera al cielo, por tu punta de banca. Gracias por la fila cero, por las pelis de matinal, por tus propagandas, por el Araña y el Pedro Arratia, por ocultarlo una vez al Tricas de la cana, por el bostezo altivo del león del inicio, por los soldaditos del Craker Jack, por tanta lágrima de emoción derramada en tu alfombra, por ese soberbio baño con pilas krane, por tus lámparas magistrales, por los pollos desde alta. Gracias por el zapateo en los cortes, por la atorada de tu maquinaria, por tu olor a limpio absoluto, por mi primera empanadita, por los chicles colados en el asiento. Gracias, mil gracias por tanta vida colmada de vida, mi querido y sublime demiurgo dormido de Sopocachi”.