La marca definitiva de Ike

Diez años después este  huracán Ike se mantiene en la memoria de los habitantes de Las Tunas, del golpe quedan las lecciones 

Poco antes de la medianoche aún se oían sonrisas y jaranas. Alguien se había robado el sueño. Incluso, los más chicos pernoctaban en brazos ajenos. En la Casa de los Combatientes del municipio de Manatí, ocho familias compartían el piso de la sala, como suerte de aventura, sin demasiado recelo. Pero todo se eclipsó en horas. Nacía el 8 de septiembre del 2008, con la marca definitiva de lo inolvidable.

La lluvia arreció y después apenas fue perceptible ante el sonido abrasador del viento. Era casi un zumbido, un grito a veces. El fluido eléctrico se esfumó y obligó a escuchar. Puro terror. Parecía como si mil manos invisibles se ensañaran contra todo lo que estaba en pie.

Al convite de los vientos se sumó un ruido más espeluznante: los techos estrellándose contra las paredes, las viviendas viniéndose abajo, las estructuras metálicas volando sin control… Pero hasta ese momento eran meras suposiciones, nadie sabía con certeza qué sucedía afuera. La impotencia dolía. Una mujer se arrodilló a rezar en voz alta y otros la secundaron, entonces el viento redobló su silbido…

Con las primeras luces de aquel día gris abrieron las puertas de la Casa de los Combatientes. Uno de los vecinos no podía contener más las ganas de fumar y salió envalentonado con la esperanza de encontrar una cafetería. Dio algunos pasos a tientas y regresó tembloroso para contar que la mayoría de los hogares, incluyendo el suyo, no tenían techos. Las lágrimas vinieron solas.

En ese instante, la gente valoró en su justa potencia los alcances de Ike, un nombre poco conocido y difícil de pronunciar para los hispanohablantes. Sus secuelas excedían los pronósticos. Las pérdidas considerables en la agricultura, el comercio, los servicios básicos de energía y comunicaciones, las instalaciones estatales y el fondo habitacional se sintieron en toda la provincia.

SIN PRECEDENTES

El máster Alexey Moreno Borges sonríe al advertir que sus 18 años de trabajo en el Centro Meteorológico Provincial han coincidido con la mayor actividad ciclónica de que se tenga noticia en el suelo tunero y por supuesto, el huracán Ike ocupa un lugar prominente. Explica que el ojo del organismo, de unos 30 kilómetros de diámetro, entró a nuestro territorio alrededor de la medianoche del 7 septiembre por las localidades de San Juan y Pablo Hueco, en el municipio de Jesús Menéndez.

"El sistema se trasladó a Puerto Padre por San Manuel y Vázquez y en su esquema de destrucción continuó viaje hacia Manatí por los poblados del Cerro de Caisimú y Meriño. Por un punto entre el municipio de Colombia y Guáimaro (Camagüey) abandonó la provincia", precisa.Acota el experto que Ike, categoría tres en la escala Saffir-Simpson, se caracterizó por la magnitud de sus vientos huracanados, por la extensa área de tormenta tropical, así como los nublados y lluvias que lo acompañaban. “Antes de que fuera derribado ue derribado el mástil del Dines por la fuerza de los vientos, en la estación meteorológica puertopadrense le registraron rachas de 192kilómetros por hora, así que no descartamos que tuviera mayores”, dice.

Un fenómeno atmosférico de esa índole genera en los meteorólogos sentimientos encontrados. Es una catástrofe que nadie desea, mas, desde el punto de vista profesional les sirve para aplicar años de estudios teóricos. “No solo para el equipo de pronósticos del tiempo, también para los observadores y el personal de apoyo fue una experiencia decisiva”, afirma el subdirector técnico del centro. “Sin dudas, hizo que las personas tuvieran una mayor percepción del riesgo”, sostiene.

EN EL DOLOR DEL RECUERDO

A 10 años del evento natural más destructivo del que dan fe los tuneros, las anécdotas del momento cobran un brillo raro en la mirada, una ausencia en alguna parte del recuerdo por las pérdidas que sobrellevamos como sociedad, como país.

Dafne tenía apenas tres meses de vida cuando Ike derrumbó parte de su vivienda. Su mamá, Yenney Caballero, entonces de 24 años, compartió con este Semanario en aquellas horas la mirada húmeda y la esperanza de encontrar una pronta solución para resguardar a su bebita en un espacio seguro y firme.

Tras la lona de casas de campaña, nuestro lente encontró genuinas historias de varias familias de damnificados, cuya solución temporal fue vivir en una especie de acampada. Mucha conmoción brotó de las palabras detrás de los zíperes y de la inocente alegría de los niños.

Reynaldo, José, Luis, y tantos otros tuneros perdieron todo cuanto tenían a causa del meteoro. Desde el techo, las paredes, equipos electrodomésticos, animales, bienes materiales, y hasta el patrimonio más espiritual. Por las garras del fenómeno pereció el 45 por ciento del fondo habitacional de la provincia, unos 80 mil domicilios. En la zona norte el daño se extendió a más del 70 por ciento de los hogares.

De la furia de Ike no escapó ningún sector y todos los municipios sufrieron impactos, pero los más afectados resultaron Jesús Menéndez, Puerto Padre, Manatí y Las Tunas. Se arruinó más del 86 por ciento de las plantaciones agrícolas y cuantiosas vaquerías, naves porcinas, áreas forestales, además de la caída de postes eléctricos, redes hidráulicas y telefónicas, centros educacionales y otras instituciones sociales.

UNA LECCIóN INOLVIDABLE

Francisco López Bello, vicepresidente del Consejo de la Administración Provincial para la Defensa quisiera que Las Tunas no repitiera otra experiencia como la de Ike. Entre remembranzas y vivencias personales asegura que tras el suceso las estructuras de Gobierno y las entidades del Estado perfeccionaron sus mecanismos al respecto.

"Antes del 8 de septiembre del 2008 no existía una verdadera percepción del riesgo en el territorio -confirma Francisco-. Recuerdo que en mi entorno más cercano las personas no sabían qué cosa era un huracán, no lo habían sentido en carne propia. Muchos no habían puesto a buen recaudo sus bienes, ni siquiera se habían evacuado y lo hicieron a última hora. Las referencias venían de las historias de los más viejos sobre el ciclón Flora, pero Ike nos sorprendió a todos.

“El Consejo de Defensa asumió enseguida un papel protagónico, al lado de los damnificados, en las comunidades, palpando los hechos. Se hizo un levantamiento y después comenzó a brindarse ayuda, en correspondencia con las afectaciones y prioridades.

“Por primera vez enfrentábamos una situación tan grave. Y aprendimos sobre la marcha. Ese huracán nos enseñó cómo actuar y lograr respuesta rápida. Nos mostró fisuras en los mecanismos de la Defensa Civil en cuanto a la inmediatez y por supuesto, elevó la percepción del peligro en la población y también en los dirigentes.

“Durante los embates de Irma, caprichosamente ese mismo día, pero del 2017, la organización fue superior a la de los eventos anteriores. Se tomaron las medidas oportunas, las personas cooperaron y eso redujo las pérdidas. Aprendimos de los daños de Ike y actuamos en correspondencia".

Y es que lo visto con Irma corrobora el innegable salto cualitativo que dio la sociedad tunera en su conjunto para enfrentar, y lo más importante, recuperarse del azote de organismos meteorológicos de gran intensidad. A raíz de la fatídica temporada ciclónica del 2008, el país actualizó su política de prevención y mitigación de riesgos ante fenómenos atmosféricos que podrían repetirse en el futuro como resultado del calentamiento global.

La estrategia gubernamental se ha dirigido desde entonces a evaluar peligros y vulnerabilidades, perfeccionando los planes de medidas de protección y llevar adelante tareas de recuperación que articulen la ayuda enviada desde los niveles superiores con el esfuerzo de cada localidad e incluso, de las familias.

Cuando en el 2017 llegó Irma, aún más de nueve mil perjudicados por la fuerza de Ike no tenían una solución definitiva de sus domicilios. Ellos vieron cómo sus residencias temporales resultaban dañadas por el nuevo huracán. Pero si en el 2008 la respuesta dejó casi siempre en manos del Estado la edificación de las viviendas, a la altura del 2017 la voz cantante la llevó el esfuerzo propio de los moradores.

Las instituciones estatales se ocupan ahora de financiar el 50 por ciento de los materiales de construcción para los damnificados y de hacer más expeditos los trámites, sin dejar de apoyar la edificación de polos de casas para las familias de menos ingresos.


MEJOR PREPARADOS

A una década de la visita de Ike y apenas a un año de Irma es difícil no asustarse un poco con vivir la temporada ciclónica y, sobre todo, el mes de septiembre. La recuperación ante estos desastres fue y sigue siendo un proceso complejo a causa de la magnitud de los perjuicios. Es justo decir que los recursos existentes se distribuyeron priorizando a los más necesitados, y lamentablemente hoy perduran afectaciones en la vivienda aunque el resto de los servicios recobraron la vitalidad poco a poco.

Después del incidente surgió el reparto de la Petrocasas en el municipio cabecera y otros polos de viviendas en algunos territorios, marcados por la ayuda de países amigos como Venezuela. La solidaridad del pueblo tunero creció a la altura de las circunstancias y muchos hogares se tronaron escuelas o bodegas para rescatar los servicios y el proceso docente-equitativo. Emergieron verdaderos titanes dentro de los sectores que libraron faenas, sin horarios ni días libres, en aras de volver a la normalidad.

Dafne, Reynaldo, José y Luis, y tantos más de seguro, por estos días, rememoran sus vivencias con el tono jocoso que caracteriza al cubano, cuando ya pasó lo peor. Ike dejó una huella tangible en suelo tunero, para bien y para mal. A estas alturas muchos guardan sacos para llenarlos de arena y asegurar las cubiertas ligeras a la primera alerta meteorológica. Aquí ya nadie se duerme en los laureles. Aprendimos, con creces, que es mejor precaver que tener que lamentar.

La marca definitiva de Ike


Dafne, Reynaldo, José y Luis, y tantos más de seguro, por estos días, rememoran sus vivencias con el tono jocoso que caracteriza al cubano, cuando ya pasó lo peor. Ike dejó una huella tangible en suelo tunero, para bien y para mal. A estas alturas muchos guardan sacos para llenarlos de arena y asegurar las cubiertas ligeras a la primera alerta meteorológica. Aquí ya nadie se duerme en los laureles. Aprendimos, con creces, que es mejor precaver que tener que lamentar.

Texto: Yuset Puig e István Ojeda

Fotos: Reynaldo López

Videos: István Ojeda y Janner Hechavarria