Gentes de mar…

Esta historia no es ficción. El Puerto de Manatí es una tierra de creencias. Más allá del misticismo, su gente posee una lealtad singular 

Un día se sintieron atrapados por la vorágine de las mareas y el círculo repetitivo de las lunas. De repente el Sol les pareció demasiado, el mismo que desde pequeños les dibujó los cabellos de rubio. La orilla donde sellaron con espuma el primer beso se les antojó agresiva, con un vaho a salitre que querían sacarse de los poros.

Hicieron el equipaje y desafiaron la historia de su estirpe, esa entre leyenda y realidad que asegura hay una conexión irrompible, un magnetismo entre el mar y sus pobladores. Se fueron lejos a escribir una historia en tierra firme, en un lugar sin playa, donde los niños de ninguna manera aprender a nadar antes de caminar.

Una noche cualquiera ella despertó exaltada. Entre sueños escuchó el sonido del viento sobre las aguas, la fuerza de una ola romper entre las piernas, el grito de su costa pidiéndole volver a casa…

Pero ella ignoró el llamado, aunque la madrugada le inundará la almohada de caracoles y arena. Un día amaneció enferma. Y su mal estaba lejos de la comprensión de los hombres, era un extraño presagio de añoranza, como si una fuerza invisible la reclamara desde alguna orilla.

Regresó con las maletas y la angustia a su pueblo. Vio a su esposo perderse otra vez en un barco, rompiendo el horizonte. Y cuando la brisa de la tarde le llevó un puñado de arena hacia el rostro, algo sin nombre fue limpiando allá dentro cada célula suya, y ella, finalmente, se sintió en casa.

El PUERTO DE TUS MARES

Esta historia no es ficción. El Puerto de Manatí es una tierra de creencias. Más allá del misticismo, su gente posee una lealtad singular hacia la comunidad, una nostalgia que se refleja sobre todo en aquellos que se fueron al Norte, en busca de sus propios sueños, y aun así siguen pendientes al pueblecito de mar.


Tras una ojeada el Puerto se descubre ante el transeúnte ocasional. Una iglesia repleta de cristianos, un cine bien conservado donde confluye el arte con la cotidianidad, una escuela que se trasforma en el verano y acoge el plan vacacional, un consultorio médico donde por fin vive una doctora de allí. Y un tren que tres veces al día se comunica con la cabecera municipal.


A LA ORILLA DEL MUELLE

Doce metros de calado natural reposan bajo el muelle. La vida económica cambió considerablemente desde que el puerto perdió su condición mercantil. Muchos no han dejado de añorar el movimiento en las orillas, la luz de los fletes en la noche, que era como un imán para los más jóvenes, el pito de los barcos…

Con los años la gente ha ido encontrando nuevos oficios, pero hoy es una triste realidad que ese pueblecito de mar necesita proyectos que generen empleos, sobre todo para los más jóvenes que hoy permanecen ociosos, muy a su pesar.

"El desempleo –asegura la delegada- es un problema que arrastramos hace unos cuantos años. De los 954 habitantes de la comunidad más del 30 por ciento, o sea, alrededor de 364 personas no tienen un medio para ganarse la vida. Los negocios por cuenta propia en el verano ayudan un poco, pero nadie va a mantener una patente el año entero que no le sea rentable".

Esta situación pudiera ser de riesgo para la tranquilidad ciudadana aun cuando las autoridades de la Policía exponen que no hay muestras de un deterioro en ese sentido pues los jóvenes son personas sanas que esperan una oportunidad para encontrar oficio.

PESCADORES POR TRADICIÓN

Una buena nueva aconteció para toda la provincia, por fin la flota del Puerto de Manatí vuelve a pertenecer a la PESCATUN empresa pesquera de Las Tunas, cuestión que asegura que lo que se atrape en las redes se quede en el territorio.



72 trabajadores llevan el ritmo de las corridas, aunque solo 19 hombres salen a mar abierto con la tarea de poner el pescado en la mesa a la hora de la comida.

Los pescadores aseguran que el trabajo sobre un barco es difícil. A veces se pasan 12 días sin bajar al muelle, pero ellos, sobre todos, sienten una conexión inexplicable con el mar.

Con un plan de 185,5 toneladas al año, de ellas 55 de ostión y el resto de escama, la unidad expende el pescado en la propia empresa y también suministra a la feria de Manatí. El problema más serio que enfrenta es con el almacenamiento pues no se cuenta, ni siquiera en la cabecera municipal con una fabrica de hielo que pueda asegurar una producción constante.

Otras 19 embarcaciones particulares se han acogido a la pesca deportiva. Estas tienen pactada la entrega de 8,5 toneladas al año, cifra que generalmente cumplen, obedeciendo a las corridas sobre todo del macabí y la cojinúa.

LA MAGIA DE SUS AGUAS

En la etapa estival el ritmo es mucho más rápido. La fiesta del mar, en el mes de agosto es todo un acontecimiento. Allí se escoge a la sirena, la muchacha más hermosa, se hace una carroza acuática y el Puerto entero se siente de fiesta. Junto a las ofertas gastronómicas se hace una exposición de platos tradicionales, delicias que involucran variedad de pescados, ostión, langosta, siguas, todas elaboradas con el sabor de la tradición.

La Playita tiene vacacionistas asiduos, sobre todo las familias con niños pequeños que buscan la seguridad de sus aguas. Muchos pasan una buena parte del verano allí. Y es que siempre es un placer admirar el pueblecito pintoresco, el misticismo con el que los suyos parecen anclados en una irrevocable condición de gentes de mar.

El Puerto de la nostalgia

Alrededor de la pesca, el mar y los recuerdos parecen girar todo en el Puerto de Manatí, la mayor comunidad costera el municipio homónimo, al norte de la provincia de Las Tunas. Allí vive gente tranquila, como la calma de los días en un sitio ubicado en una de las bahías cuya profundidad natural es apreciada todavía por los marineros más veteranos.

Créditos 

Textos: Yuset Puig Pupo   Fotos y video: István Ojeda Bello

Audio: José Amrnando Fernández Salazar