Hay libros que se quedan en la lista de espera. De pronto, sin necesidad de estar buscándolos llegan directo a las manos. Así se me cruzó "Lo que no tiene nombre".
A ese libro de Piedad Bonett no hay que catalogarlo, limitarlo a un género u obligarlo a ser lo que no quiso ser. "Lo que no tiene nombre" es un relato libre, purificador. Un desahogo.
Forjado con la valentía de la madre, la exquisita pureza de la poeta y la disciplina de la narradora, este es un libro que se lee con acto solidario de padre, en muchas escenas con conocimiento de causa y en párrafos enteros con la ansiedad de querer rescatar al protagonista de su fatídica media hora final.
"Lo que no tiene nombre" exhibe el desconocimiento, los prejuicios y la moralidad que ronda a un tema tan complejo como el suicidio. La narrativa tiene tanto de poesía y los poemas citados se llenan de escenas noveladas que hay momentos en los que el relato, cargado de extrema realidad, parece (ojalá hubiera sido) ficción.
Gracias a Lorena Burbano por ser puente para este encuentro que deja, como lo ha dicho, una espina en el corazón y una señal en el alma.
