Un coro celestial en la Yesquita

San Pacho: patrimonio cultural

El primero de los doce barrios por donde pasa la peregrinación franciscana se llama "La Yesquita". Está ubicado al norte de Quibdó, capital de Chocó, pacífico norte Colombia. El barrio recibe su nombre por la quebrada “La Yesca”, que pasa por las fronteras de manera más reducida. “La Yesquita” limita entre las carreras cuarta y sexta; y va desde la calle 19 hasta la 23.

La mayoría de vecinos de “La Yesquita” abre los ojos desde las cinco de la mañana. Hombres, mujeres, niñas, niños, jovencitas y otras no tan jovencitas se disponen, como familias enteras, a ubicar los arcos que de acera a acera forman un techo que sirve como túnel de paso por donde transitará, hacia las dos o tres de la tarde, la multitudinaria procesión con la imagen de San Francisco de Asís.

Argenis Lozano García es funcionaria pública, responsable del auditorio de la Universidad Tecnológica del Chocó, pero ostenta, además, el honroso cargo de presidenta del barrio “La Yesquita” desde hace cinco años, como tal, es la encargada de organizar el recibimiento de la procesión de cada cuatro de octubre en su localidad. Lleva sobre su cuerpo un vestido similar al de las mantas guajiras; la bata larga, estampada de flores multicolores, y un collar de papel como el arco iris más el tocado que ha amarrado a su frente la hacen visible desde cualquier esquina del barrio.

—Durante todo el día, todo el mundo ha estado colaborando para dar lo mejor posible en la organización del barrio y recibir al santo-. Me cuenta con orgullo evidente.

Ana Lucy Copete, vestida de blusa roja y pantalón negro, descansa sobre una silla porque se fracturó hace algunos meses una pierna y ya no puede colaborar como antes. "Aquí estamos para resaltar la cultura", dice. “Esta es una fiesta y es un concurso. Y la cultura del Chocó es la fiesta de San Francisco de Asís”. Punto y aparte.

Al igual que el 20% de los quibdoseños, Luisa Andrade se transporta en motocicleta. Salió rápidamente de su casa para ir a saludar a su amiga de infancia y felicitarla por lograr nuevamente una organización impecable que se nota en cada arreglo, “todo quedó precioso, tanto los arcos, como los adornos. Se lucieron en La Yesquita”, dice emocionada la radiante Luisa.

Argenis es, según Luisa, “una mujer emprendedora, muy activa. Motiva demasiado las fiestas en nuestro barrio, ha sido una líder. Definitivamente es una líder”. De esas que, si existieran dos, o tres, o más, cambiarían el destino del Chocó. Al menos eso es lo que considera la periodista Luz Oveida Machado Morales, quien afirma que esas son las presidencias que vale la pena reelegir, porque la dedicación de Argenis durante estos casi seis años de gestión al frente del barrio “La Yesquita” ha traído un nuevo impulso a la organización de cada 4 de octubre en las fiestas San Pacheras.

El liderazgo social puede ser una respuesta básica para que Quibdó y el Chocó en general salgan de los lugares marginales donde han terminado ubicados por los indicadores de la pobreza económica y los impactos de la corrupción, las violencias y el conflicto armado. 

Según un informe de la Revista Semana, en 2014 el departamento sumaba cerca de 300 mil víctimas de la guerra.

Argenis se ha maquillado luego de llevar dos días sin dormir. Reluce entre la gente. Sonríe, a pesar de sus agitados días. Su rostro no se muestra cansado. "Es imparable", dicen sus amigas.

La tarea de Argenis contrasta cuando debe adornar un barrio que está circundado por la imponente estructura del edificio de la Fiscalía, la casa de la Unidad de Restitución de Tierras y las casas que albergan a algunos organismos internacionales que brindan asistencia humanitaria a este territorio que a grito vivo, a danza abierta, en fe encendida, lo único que pide es “paz y bien”, como rogaba a los cielos el ejemplar San Pacho.

Argenis saca de una bolsa plástica un manojo de ramitas. Luego las ubica debajo de cada uno de los adornos que se han dispuesto al lado y lado de la calle. El lobo, la ardilla, el venado, el conejo, animales emblemáticos asociados a la figura del pobre de Asís, armados en icopor y soportados en unas bases de 1.70 cm, representan el saludo de bienvenida del barrio "La Yesquita Federal" a su santo patrono. Argenis limpia las bases, monta las flores artificiales, recoge un canasto, traslada los símbolos franciscanos para que se cuelguen de los arcos. Supervisa cada detalle, recomienda, sugiere, propone y decide con carácter.

—Pacho, colgáte de esa escalera que ahí va un paz y bien.

—Seño, páseme el nylon.

—Ahí ya no van las sandalias, pongamos un mensaje.

—Esperemos a lo que diga la seño Argenis.

Suena el martilleo del maestro encargado de levantar el arco mayor donde se descubrirá la figura del Misterio preparado por el barrio. Surgen voces, gritos, vivas, músicas, coros. La calle es un ir y venir, un lugar para todos y para todo. Argenis está en la jugada. “¡Hey, Serafín! ¿dónde va el hábito?” grita Magnolia. O Laura. No importa. Lo que sí vale es el esfuerzo colectivo, el trabajo en equipo, la sumatoria de manos que con un mismo propósito logran preparar el barrio para albergar, así sea durante unos pocos minutos, a la venerada imagen de San Pacho.

Argenis ha subido y bajado por la calle al menos unas veinte veces entre las once y las doce del mediodía. El sol se impone, abraza y no suelta. La temperatura llega hasta los veinticinco grados. Llegan el hambre y la sed. Los vecinos de “La Yesquita Federal” han puesto un gran esfuerzo, al igual que varios estudiantes de colegios y de universidades que están ubicadas dentro de los límites del barrio. Con la magia de las ollas comunitarias, Argenis y su gente “dan de comer a los hambrientos”. Un arroz clavado (arroz con queso en su interior), plato típico de la región, combinado con atún encebollado es el manjar para el almuerzo colectivo.

Gunedilda García Martínez es la madre de Argenis. Gunedilda también fue presidenta del barrio. “Y, pues, mamá presidenta trae hija presidenta”, afirma Argenis, quien inició como colaboradora de las fiestas y hoy tiene la misión de responder con altura a la expectativa que la competencia impone a todos los presidentes barriales y sus comunidades.

Se sube a una moto, sin complicaciones. "Voy por un marcador", advierte. Cinco minutos después ya está revisando los detalles finales.

Cerca de las dos de la tarde de este cuatro de octubre todo parece estar listo. La calle decorada con arcos coloridos, adornada con figuras propias de la simbología franciscana; el arco mayor cubierto para despertar la sorpresa y los vecinos que empiezan a tomarse fotos en medio del escenario callejero son señal de que la hora se acerca.

Los ojos de Argenis brillan. Igual que el santo de su devoción, Argenis es puro ejemplo. A ella le toca gestionar, está metida en todo, en arco, en disfraz: “que hoy a la madrugada necesitamos un carro, lo consigo. Todo eso lo hago, y todo eso me gusta, lo hago con amor”. Por eso no es gratuito que la Fundación Fiestas Franciscanas de Quibdó le haya entregado a Argenis, justo en la solemne misa del cuatro, la Tau que la reconoce como gestora y portadora de las fiestas franciscanas declaradas como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

Su emoción es evidente. Unas lágrimas quieren brotar, sus labios tiemblan. Argenis Lozano García dice haber sido sanada por Francisco, su santo, y ese es el fervor que empieza a crear la atmósfera de la tarde. En años anteriores, a esta hora, muchas veces no se tenía nada listo y los jurados ni siquiera podían evaluar al barrio en la categoría de adornos y arcos. Hoy la historia es diferente, todo ha salido como lo planeó Argenis con su junta barrial.

La organización de las fiestas determina que cuando suena el volador que se lanza desde el Parque Centenario es porque el Santo viene ya en camino. Son las dos y treinta y cinco minutos de la tarde. Las aceras empiezan a colmarse de habitantes del barrio, de la ciudad, de todos los lugares de donde han llegado devotos y devotas a celebrar su San Pacho.

La procesión avanza. Argenis se ubica en su lugar. Sus amigas buscan también el mejor sitio para apreciar el desfile. Un murmullo, que parece una oración a baja voz, empieza a ser la música que enmarca la tarde. Pasa la Policía, pasan los vendedores ambulantes, pasa el comercio, pasa la gente. Los ojos que detallan su entorno admiran y felicitan el trabajo preparado por el barrio. 

"La Yesquita" ya no es una quebrada pequeña, ahora es un canal que sirve de paso a un río de gente.

Hombres llevan cirios gigantes reposados sobre sus hombros. Mujeres llevan sus velas sobre cartones que reciben la cera derretida. Niños y niñas caminan junto a sus padres; un hombre joven lleva de la mano a su hijo; vestido de franciscano, camina descalzo, sus ojos llevan un dolor. Llegan fotógrafos, gente con cámaras y celulares donde escriben sus historias, sus emociones o simplemente señalan su ubicación.

Pasan los monaguillos, pasan los músicos de la banda. Pasa el hombre flaco que lleva los voladores. Caminantes, peregrinos, orantes, San Pacheros. Gente y más gente. A las tres y diez minutos llega, por fin, la tierna imagen de San Francisco mirando al cielo. El santo barbado, el santo amigo, el Pachito querido llega sobre el anda que cargan los soldados del ejército vestidos de gala. Cientos de flores han sido depositadas a sus pies y más de mil personas lo rodean, lo adelantan y lo siguen. Un aplauso suena coordinado. Se abre el misterio y un mensaje se deja leer: "que nunca se apague la llama de la esperanza".

Argenis mira a su santo con ojos de absoluto fervor. Reza un Ave María, un Padre Nuestro. Grita un “Viva San Francisco de Asís”. De repente, un cordón de pólvora acumulada corta el silencio intentando destrozar los tímpanos; en consonancia, arranca la banda oficial de las fiestas. La estrechez de la carrera quinta sirve de amplificador natural y la acústica retumba en el lugar poniendo a debatir a la música con el tronar de los “totes”. De repente, mil voces afinadas entonan al unísono el himno a San Francisco. Mil voces cantando “Gloria, gloria a Francisco cantemos. Nuestro padre protector. Sus virtudes ensalcemos. Gloria, gloria, alabanza y honor”. Mil voces emocionadas, armonizadas por la fe. Mil voces llegan a “La Yesquita” como un coro celestial que sigue pidiéndole al mundo solamente “Paz y bien”.