Soy gay y tengo más de 50 años 

 ¿Qué significado cobra la vida para algunos gays maduros?

Su experiencia en el amor y sus caricias otoñales -algunas de ellas con papel moneda-, son las principales características de los "Daddys", una etiqueta más, que define a un grupo de la comunidad gay de aquellos que gozan de una vida en pareja o en solitario después de los 50 años y que buscan tener una relación o encuentros sexuales con jóvenes menores de 30.

                       De casado a "Open Relationship"

Es una tarde un otoño en las calles de Toronto, el vapor saliendo de las coladeras es un sinónimo de que el frío y el viento calan en los huesos si no se lleva puesta una buena chaqueta. Salgo del metro de la estación College, que se ubica a dos cuadras de la Villa Gay. La nieve aún no está presente en las calles, por lo que resulta fácil apresurar el paso, y más aún,  cuando  llevo 20 minutos de retraso en mi cita pactada para una entrevista. Llego al punto de encuentro, un antiguo edificio tipo condominio. Nadie está afuera. De inmediato pienso que mi entrevista no se realizará esta tarde, y es que la puntualidad de los canadienses es algo de apremiarse. 

Abro la puerta del número 105 de la calle Carton, y veo a una fila de cinco hombres, uno de ellos hablando con otro por medio de una ventanilla. El sonido de una "chicharra" suena de pronto y uno asiático con pelo cano abre la puerta para dejarme ver a quien por mi espera, y aprovecho para hacer una seña, confirmándole así, que me encuentro afuera del vapor donde me había citado.

-¿Quieres un locker o un cuarto?-, me pregunta en Inglés un hombre alto y rubio como de unos 40 años.

-Tengo una cita con un señor que acabo de ver adentro, pero no creo quedarme- le respondo en inglés.

–Entonces sólo paga un locker, son 17 dólares-.

La “chicharra” suena de nuevo pero esta vez es mi turno de empujar la puerta. Ya adentro el mismo cajero me entrega una llave, una toalla, un condón y una bolsita con gel lubricante.

De inmediato tomo mi kit de “entretenimiento” y sin prestar atención a los detalles me dirijo a la barra para tocar el hombro y llamar la atención de quien lleva 30 minutos esperándome.

–Sorry, Mexican Time-. Un comentario nada favorable para los mexicanos, pero que logra salvarme de más explicaciones.

-No te preocupes- me responde Charlie, de 51 años. Un canadiense "felizmente casado", cómo se autodescribe en su perfil de Grindr. Una red social para encuentros homosexuales.

Las aplicaciones para encuentros homosexuales permiten incluir un gran perfil con diferentes fotografías y ordena a los usuarios según la cercanía. Grindr, es una de las más exclusivas y populares para entre la comunidad gay.

"Busco a chicos masculinos, delgados y limpios, sin prepucio, menores de 30 (No tengo problemas en ser tu papá) prefiero un amigo con beneficios a sólo un sexo oral, vamos a empezar por un café" se puede leer en la “biografía” que Charlie utiliza en la popular red social gay, por medio de la cual lo contacté para esta entrevista.

“La vida gay (después de los 50 años) tiene un significado completamente diferente al que pensé tendría, cuando era joven, yo me sentía atraído por gente de mi edad, yo nunca sentí alguna atracción por hombres mayores” me revela mientras le sirven una cerveza en la barra, donde están sentados una docena de hombres, algunos con una toalla y otros simplemente -como diría mi abuelo- con los “tanates al aire”.

Son cerca de las 7 de la tarde, hora de Toronto, y el lugar comienza a llenarse de veinteañeros universitarios, - a ojo de buen cubero- pude contar 15 en un instante. Yo aun con ropa, cargando mi mochila con mi laptop, una chamarra que soporta menos 40 grados centígrados de temperatura y sentado sobre un incómodo banquito de barra, comienzo a sentir el fuego de las pasiones que se están enciendo alrededor mío,- y es que sin duda mi outfit de invierno sale sobrando- ya que a pesar de los menos tres grados celcius que marca el termómetro, los hombres caminan detrás de mí en trajes de Adán, como si se tratara de un ritual para invitarme a comerme su “manzana” , que en este caso serían sus “plátanos”.

De acuerdo al sitio web para citas SeekingArrangement.com Toronto es la capital de los "papás de azúcar" mejores conocidos como “Sugar Daddy”  un término anglosajón que suele aparecer en muchos de los sitios y aplicaciones gay.  

Paralelamente Toronto es también la ciudad de Canadá que registra un mayor número de matrimonios de parejas del mismo sexo. El censo de 2011 establece que 21 mil 015 parejas han unido sus vidas mediante un acto civil reconocido por el gobierno de Ontario.   

Del total de matrimonios homosexuales  54. 5 por ciento es entre varones y un 45. 5 por ciento entre mujeres. Sólo el 17.5 por ciento de las parejas homosexuales tenía menos de 34 años de edad al casarse, mientras que 17.8 por ciento de las parejas eran mayores de 65 años.

En estas cifras se encuentra Charlie, quien nunca encontró en los hombres maduros alguna atracción física cuando era joven y asumía que cuando una persona llegaba a viejo sería menos atractivo para otros hombres.

Después de sostener una relación sentimental con su pareja por 17 años y un matrimonio de 14, la vida conyugal de Charlie cambió por completo cuando descubrió el verano pasado, que su esposo ya no sentía el mismo deseo sexual por él, y desde hace tiempo quería separarse, por lo cual para salvar su unión, este canadiense decidió abrir las puertas de su hogar a una "Open Relationship". Fue entonces cuando decidió crear una cuenta en Grindr, donde descubrió, que su edad y su físico, lo habían convertido en menos de 6 meses en un verdadero “Daddy”, pues los primeros hombres en contactarlo fueron jóvenes de 20 años.

“Cuando mi esposo quería dejarme, fue cuando le permití tener relaciones con otros chicos sin conocer los detalles, pero fue hasta este año, cuando en verdad tome ventaja de nuestra relación abierta” dice mientras termina de beber el último trago de cerveza en la sala de ese vapor.

"Me siento más atractivo que cuando tenía 20 años"

Son cerca de las 8 de la noche y he decido tomar el tour al que Charlie me ha  invitado. Veo cómo muchos tratan de desnudarlo con la mirada, mientras subimos las escaleras al segundo piso del vapor. Después de más de media hora  de estar conversando, es extraño que seamos los únicos que aún conservamos la ropa. "Si quieres puedes dejar tus cosas en mi cuarto", me dice mientras camino por los pasillos, aluzados con una tenue luz roja. 

 Se escuchan gemidos y voces. Logro ver una espalda blanca fundida con unas piernas en los hombros, aquella escena es más que un solo cuerpo. Las toallas son ahora nuestro único taparrabo. Volvemos al primer piso donde se encuentra el bar, de ahí nacen los caminos hacia el cielo o el infierno. 

Mi rostro se sonroja  al ver mi cuerpo en los espejos de las regaderas. Mi "panza cervecera" -como decimos los norteños de México-, no tiene nada que hacer a lado de los David de carne y hueso que sé que se desdibujan entre el vapor del sauna. 

Al entrar a las regaderas confirmo lo que este "Daddy" me dijo “Me siento más atractivo, ahora que cuando tenía 20 años”. Charlie, de cabello plateado, ojos azules, una barba entrecana y con casi dos metros de altura, se funde en las aguas de un jacuzzi con un joven de unos 25 años que bien podría pasar por un modelo de revista. 

       Si tienes más de 50 años y eres gay, ¿se supone                                     que debes de morir? 

Muchos de ellos forman parte de la generación que en los años 70 y 80, realizaron una serie de movimientos para la defensa de los derechos de la comunidad gay. Su lucha se tradujo en una mayor tolerancia social para que las futuras generaciones pudieran dejar el closet.

Luego de pasar sus años de juventud reprimidos en una sociedad canadiense que ahora los acepta sin ningún contratiempo, su pelo entrecano y su posición económica, son sus mejores aliados para aprovechar el llamado "date electrónico".

Sus barbas otoñales, sus perfiles con fotografías vestidos de saco y corbata, su aspecto varonil y sus lentes de cristal transparente, son un común denominador en aquellos que ahora viven sus años dorados, complaciendo a veinteañeros. 

En la ciudad más gay friendly de Canadá, Toronto, vive Brian, un padre de familia con tres hijos que salió del closet hace apenas cinco años. Tras un matrimonio de 20 años, se separó de su esposa, cuando sus hijos ahora universitarios, estudiaban apenas en High School.

-¿Qué se supone que debe significar si tienes más de 50 años y eres gay: morir?, por supuesto que no- me cuestiona y me responde este arquitecto de 55 años, cuando le pregunto sobre el significado que cobra la vida de un gay después de los 50 años.

Brian considera que cada persona vive diferentes etapas en su vida, es por ello que para él su etapa como un gay maduro apenas comienza.

"Cuando yo me casé, no existía la apertura social de ahora. Yo estaba realmente confundido por mi orientación sexual, pero amaba a mi esposa y la sigo amando así como amo a mis hijos, pero descubrí que no podía seguir reprimiendo un deseo que estuvo ahí por mucho tiempo".

Es una mañana fresca en la ciudad de Toronto, desde la oficina de Brian se tiene una vista panorámica de los edificios y la CN Tower, ahí con el aroma fresco del café recién filtrado, comenzamos esta platica.

La figura del  daddy es muy común en el mundo gay, pues muchos hombres son bisexuales o tuvieron que casarse por diversas razones con una mujer (generalmente por apariencias), así que buscan una  relación abierta donde, por mutuo acuerdo, tienen relaciones sexuales con terceras personas.

De acuerdo al popular bloguero de internet Dalton Heinrich que escribe sobre temas gay, los homosexuales mayores de 50 sufren del llamado síndrome de Peter Pan, ya que se asegura se niegan a crecer, pasan los fines de semana en antros y bares buscando jovencitos para sentirnos "vivos" y acompañados. 

Pero Brian no necesita salir a antros, ya que asegura que los jóvenes llegan a él como abejas a la miel. En su perfil de Grindr muestra su marcado abdomen de "lavadero" y sus tonificados pectorales.

“Siempre he hecho ejercicio, me gusta el ejercicio, más que por apariencia por salud”. Y es que en el mundo gay de los “Daddys” la apariencia es lo único que cuenta, -después del dinero, claro-.

“Maduro en forma, buen chico, bienvenidos veinteañeros y parejas, estoy en una relación abierta y estoy buscando jugar” son las palabras que utiliza Brian quien se muestra relajado, bajo una sombrilla de un patio en un elegante restaurante de Toronto. Su reloj Michael Kors refleja su posición económica, en la fotografía de su perfil de Grindr.

Una mujer interrumpe nuestra plática, haciendo una seña, a través de los cristales de la oficina. Son las diez de la mañana y Brian tiene que atender una llamada. Espero por más de diez minutos. Mientras, observo las fotografías que aparecen en el protector de pantalla de su Mac. Francia, Roma, Italia, España, Las Vegas, New York, Los Ángeles son algunas de las ciudades que logro identificar de los viajes de este Gay canadiense.

“Tengo una relación abierta porque después de estar casado por más de 20 años, no me puedo comprometer con alguien en esta nueva etapa que estoy viviendo, tengo muchos amigos y me divierto mucho al salir con ellos” me comenta Brian antes de sentenciarme que tiene que atender una junta.

Viajes a Miami los fines largos, salir con sus hijos de compras, ir al gimnasio todo los días, cenar con sus amigos, y disfrutar de un buen vino, son parte de las actividades de quien ha decidido no jugar al ajedrez, ya que para él, es más divertido jugar cartas con tres. Salgo de la oficina de Brian, y camino hacia la Villa Gay, donde observo a una docena de hombres maduros, tomando café. Son apenas las 11 de la mañana y ninguno de ellos se ve preocupado por trabajar, visten ropa cómoda, y disfrutan de las risas y chismes de sus amigos en una mañana soleada. Pareciera que sus vidas -no importando su edad-, tienen ya un significado, que no necesariamente se encuentra en una red social.