Una historia de goles y otra de crimen en la vida de un futbolista joven

Texto: Javier Méndez Vedia
jmendez@eldeber.com.bo

La aún breve vida del jugador de Destroyers Víctor Alonso Ábrego Aguilera está hecha de momentos intensos y trágicos. Estos son algunos de ellos. 

Una cancha de fútbol. Se juega la final entre los equipos chiquitanos y Víctor acaba de hacer un gol de cabeza, otro de derecha, un tercero después de anticiparse a un defensa, un cuarto, un quinto y hasta un sexto, de globito, la humillación máxima para cualquier arquero. Es la final del Campeonato Plurinacional en Roboré, en 2014.

 Era la primera vez que el colegio Carlos Gómez Cornejo ganaba un campeonato. ¡Pailón, campeón chiquitano! Le ganó a San Ignacio, a Roboré, a San Javier. A todos. A los 16 años, Víctor Alonso Ábrego Aguilera, el goleador, lucía una sonrisa imborrable y un trofeo brillante. "Cantinflas goleador", tituló el periódico, que le dedicó una contratapa emocionada. 

Pailón-San José

Víctor nació en 1997 y vivió hasta los siete años en Pailón, hasta que su abuelo, Serafín Ábrego, fue destinado a San José de Chiquitos. 

Su abuelo es la figura paterna de toda la familia, en la que varios padres biológicos no ponen un pie hace tiempo. Las 13 personas que viven en la sencilla casa de San José le dicen 'papá' a Serafín Ábrego Faldín. Víctor no conoció a su padre biológico, pero en sus genes está el fútbol. “Nadie creía que iba a lograr lo que tengo. Solo mi papá confiaba, porque él jugó en Argentinos Juniors”. 

La fe de su padre lo acompañó durante todos sus años en San José de Chiquitos. Fue el alcalde Germaín Caballero, ex periodista deportivo, quien habló con el exjugador de la selección Milton Melgar para que le otorgue una beca en su escuela de fútbol. Ahí, en un campeonato de verano, volvió a llevarse el trofeo de goleador. Pronto, la escuela le quedó chica y el mismo Milton Melgar lo envió al club San Martín. Ahí siguió mostrando lo que parece esconder fuera de la cancha. 

Cuando no hay una pelota ni rivales cerca, Víctor tiene una sencillez cercana a la timidez; dentro del campo tiene mucho olfato de gol y cierta impulsividad que hasta ahora, fuera de las canchas, solo ha notado su novia, Claudia Leguizamón, a la que conoce desde la primaria. Su destreza en el campo de juego era ya conocida en Pailón, pero fue un amigo el que le aconsejó: “A San José no vienen equipos ni para un amistoso. En Pailón vas a estar más cerca de la ciudad y te vas a poder mostrar”. Con ese impulso, retornó a Pailón a sus 15 años. 

"Quiero vivir aquí"

Está empezando el año 2001. Víctor tiene 14 años y regresó a Pailón. Está tocando la puerta de 'Tatín', su amigo de la infancia. Ya tenía todo conversado con Yéssica Patricia, su madre, que está trabajando en Chile (donde pronto sucedería la tragedia). Cuando entró, saludó a Lourdes Mejía, mamá de su amigo, y le dijo: "Quiero vivir aquí. Mi mamá va a hablar con usted".

Yéssica y Lourdes hablaron y desde entonces, Lourdes se convirtió en la nueva mamá de Víctor. En esa casa céntrica de Pailón, donde funciona el restaurante Chicken Tatín, Víctor pasó tres años. A veces ayudaba con los platos, a veces se hacía cargo de la caja o ayudaba a acomodar sillas y mesas, igual que su amigo, Tatín. "Como uno más de mis hijos", comenta Lourdes Mejía. Él le dice 'Mamá Lourdes' hasta hoy. 

En ese trabajo estaba cuando, al cursar el segundo medio, peleó por un puesto en el equipo del colegio. Su rival era un delantero veloz, que robaba pelotas en el área, pero que no podía hacer goles. Los fallaba frente al arco. Como Higuaín, digamos. Pero Víctor imita a Suárez, del Barza. Admira su fuerza, su velocidad, su olfato. Y quisiera tener la zurda de Messi.

En dos partidos consiguió ser titular. Los profesores le ayudaban para que no se retrase en los estudios y así llevó a su colegio a ser campeón de la Chiquitania. Su nombre empezó a sonar y un eco llegó hasta Oriente Petrolero. El director técnico de las inferiores, David Avilés, lo vio jugar dos partidos de entrenamiento en la primera A, pero las clases matutinas en su colegio le impidieron seguir yendo a las prácticas. “No hay qué más hacer”, le dijo el director.

Frustrado, Víctor dejó pasar el tiempo hasta que ocurrió otro de esos momentos en su vida. Poco después, jugó un amistoso contra la selección nacional sub 17. El técnico no podía creer que los seleccionados hubieran perdido por 1-0. El gol de Víctor, de media distancia y a media altura, desconcertó al arquero. No, eso no podía ser. En la revancha, los seleccionados ganaron por 3-1 y Víctor tembló de emoción cuando el técnico le dijo: “A vos te quiero en la selección”. Imposible. Ya había cumplido los 18.

“No te preocupés. Cualquier rato te llega una convocatoria”, le dijo el técnico, y dejó al goleador con la autoestima tan alta como sus sueños. 

Dos encuentros 

Encuentro con Carlos Suárez. Carlos Suárez, jugador de Destroyers, ha visto a Víctor dar sus primeros pasos. Al año de edad, apenas caminaba. Lo vio jugar varias veces y le dijo: “¿Querés probarte en Destroyers?”.

La única condición que le puso: “Seguí adelante, no le fallés al técnico ni me hagás quedar mal. “No te preocupés”, respondió Víctor. 

Encuentro con el técnico. Es martes. Federico Justiniano, el técnico de Destroyers, está supervisando la sesión física del equipo cuando llega Víctor. “Volvé el jueves. Vamos a hacer fútbol y vamos a ver si te quedás”, le dijo. 

El jueves hizo un gol, algunas asistencias y fue suficiente. Los dirigentes le pidieron sus papeles. Cuando se encontró con su abuela, Evelia Aguilera, soltó el llanto y le contó que iba a jugar en un equipo. “Con Dios todo se puede”, le dijo su abuelita. Pero también hay que ayudarse. Sus colegas mayores le aconsejan tres cosas: que no se desvele, que no beba alcohol y que no tenga sexo. “Todo eso desgasta”, dice. No hay ni un gramo de arrepentimiento en su voz. 

'China', su hermana

Sara Ábrego Aguilera -‘China’ le dicen todos- se ha desmayado otra vez. Estudia en el colegio Únzaga de la Vega, en San José de Chiquitos. Aunque tiene 14 años, China (así le dicen por sus ojos rasgados) es alta y corpulenta. Cuatro personas deben llevarla hasta la ambulancia. Pasan unas semanas y se desmaya otra vez; como la ambulancia está ocupada, hacen llamar la de Roboré para llevarla hasta Santa Cruz. Después de una serie de desmayos, sus parientes se han dado cuenta de que finge. Despierta a medio camino y charla, y cuando la descubren, se ‘desmaya’ nuevamente. Lo hace porque quiere irse a Chile, donde vive su madre, Yéssica. Yéssica tiene dos hijos mayores: Víctor, el futbolista, y China, la de los constantes desmayos.

Con su pareja, Yéssica ha tenido otras dos niñas, de 11 y de tres años de edad. China ha conseguido irse a Chile con su madre, así que en la casa del campamento Chile Nuevo, en Antofagasta, viven el feminicida Lucio Vidal, China, Yéssica, las niñas de 11 y tres años, René Domingo y Meidy Roca -su esposa-, Cristian y Fabián (hermanos de Yéssica).

El lugar es lo que los chilenos llaman una toma, una barriada popular en la que abundan, sobre el cerro, las casas de materiales inflamables: cartón prensado y venesta. La casa de Yéssica no es lujosa, pero es espaciosa. Las nueve personas viven con cierta holgura. Pese a que son varios, a veces queda a solas con Lucio, que intenta ponerse sensual con ella.

"No me vas a volver a tocar", le ha repetido Yéssica. Aceptó que el violento Lucio viva en la misma casa porque él quería estar cerca de sus dos hijas. Tres veces ya la había amenazado con un cuchillo, y hasta tenía una orden de alejamiento emitida el año pasado. Pero ahí estaba, fingiendo ser un padre pasable mientras incubaba el odio que le provocaba la desenvoltura de Yéssica, que parecía haber retomado su rutina, sin que en ella hubiera ningún espacio para él.

“Voy a matar a todos”

Tres días antes del domingo del crimen, Lucio Vidal le dijo a su hija de 11 años que iba a matar a todos en la casa. Luego la envió donde una de sus dos hijas mayores, que había procreado con una pareja anterior. La menor de tres años quedó en la casa y vio toda la tragedia. Mientras tanto, Vidal comenzó a preparar una amoladora.

Se dio cuenta que el ruido alertaría a los vecinos, así que pasó esos días afilando cuchillos. El sábado 23 de julio, Yéssica y China se fueron a la fiesta que organizaron unas compañeras de trabajo. A las dos de la madrugada del domingo 24, China regresó a la casa. Lucio, que pronto sería su asesino, le abrió la puerta. Cuatro horas después, a las seis de la mañana, llegó su ex, Yéssica. Su hermano René y su esposa, Meidy, ya habían salido de la casa.

Viaje a Chile

Cuando la familia se enteró el lunes de lo que había ocurrido, viajó inmediatamente a Antofagasta. La radio de Pailón convocó a realizar donaciones para los gastos del viaje y no faltaron personas que decidieron ayudar por su cuenta. Cuando llegó a Antofagasta, Víctor escuchó la primera versión de lo que ocurrió el domingo cuando llevaba a su hermanita menor en un bus.

La pequeña de tres años se durmió en su regazo y así, dormida, empezó a hablar. “Changue. Mi papá sacó changue de mi mamá. También de mi tío René. Changue de mi tío Cristian”, repetía sin abrir los ojos, arrullada por el vaivén del bus. Víctor intenta persuadirla: 

- “Eso no es sangre. Vos viste agua”. 

- “No, es changue” – repite la criatura, en medio de su inocencia dormida. Está recibiendo tratamiento sicológico.

China sufrió la peor parte del ataque. Intentó defender a su madre, y Lucio acabó con ella. Yéssica quedó tendida y Cristian, convertido en una figura roja y goteante, permanecía de pie, como ausente después del terrible martillazo que lastimó su cráneo. El asesino tomó el teléfono y llamó a una de sus hijas mayores. “Ya los maté”, dijo. La hija mayor llamó de inmediato a René, que había salido de la casa momentos antes del ataque. Contestó Meidy, y su rostro se heló.

René subió por las empinadas calles lo más rápido que pudo. Encontró a Lucio con el cuchillo levantado, listo para rematar al primero que se moviera. “¡Por qué le hiciste eso a mi hermana!”. Con frialdad, el feminicida respondió: “Por celos”. Vio a China inerte, y ni bien empezó a preguntar qué le hizo a la joven, Lucio balbuceó: “Por alcahuete”. René ni se dio cuenta que Lucio le cortó los tendones de la mano derecha cuando se trenzó en la pelea.

Meidy llamó a una ambulancia. La sirena del vehículo impidió que René, envuelto en una furia caliente, matara a Lucio, que empezó a herirse en el vientre con el cuchillo. Ninguna de las heridas fue profunda. Fue el primero en ser atendido por los paramédicos. Las víctimas tuvieron que esperar.

El retorno de ‘China’

En el bus que va a la frontera con Chile, Evelia Ábrego intenta conciliar un sueño esquivo. Acaba de ver a China con un vestido blanco y repolludo, como el de su primera comunión. Evelia siente que China sigue siendo la niña vivaz que compone canciones e imita los bailes y la voz de Shakira.

Su madre la mira y la niña muerta le toma la mano y le suplica: “No me dejés aquí”. Evelia despierta sobresaltada, con un llanto contenido y le cuenta el sueño a Serafín, su marido. Al llegar a Antofagasta, Serafín, Evelia y Víctor, que no está entrenando porque Destroyers está de vacaciones, se sorprenden por la celeridad con la que actúan los funcionarios. Los chilenos los atienden con cariño y Serafín repite que están agradecidísimos por la ayuda del cónsul boliviano, Felipe Quispe.

Pailón se moviliza para traer los restos de Sara

Se sorprenden más al ver el rostro sereno de China. Su cuerpo ha sido congelado a -2 grados. “Su carita estaba tal como era ella. Parecía dormida”, cuenta su padre, Serafín. El trámite para repatriar el cuerpo de China es engorroso, pero los pasos son claros. Papeles. Informe forense (“Muerte por shock hipovolémico provocado por acción homicida”). Informe de la funeraria, que preparó la urna especial que se requiere para trasladar un cuerpo de un país a otro.

“Solo podía llevarla LAN Chile. Son las reglas”, comenta Serafín. Los abuelos quieren enterrarla en San José, pero los compañeros de colegio y las profesoras quieren tener a China en Antofagasta. Finalmente, dejan la decisión en manos de Yéssica, que está internada en terapia intensiva: China retornará a San José.

Charla con la difunta

En la casa de San José donde viven Serafín, Evelia y otras 11 personas, entre hijas y nietos, el recuerdo de China arde en dos velitas que iluminan su foto.

“Se tomaba montones de selfis”, cuenta Claudia, la mayor de las hijas de Serafín y Evelia. Las velitas también alumbran una placa de cerámica escrita con letras de colores que le hicieron sus compañeras de Chile. Dicen que jamás la olvidarán, que ya está en compañía de Dios. Le agradecen por su presencia, por haber llevado alegría a sus vidas. Cuando la visitan en la tumba, todos sus familiares conversan con ella. “Vamos a volver el domingo”, le dice Serafín.

“Te vamos a traer salteñas”, comenta José Andrés, su primo. “Claro, porque no te gustaba comer poquito”, bromea Rafael, uno de sus tíos. Víctor, mientras tanto, está en Chile. Ni bien se reponga su madre, quiere traerla consigo. “¿Y si no quiere?”. “La traigo nomás”, responde.

Cristian sufre dolores de cabeza por los repetidos martillazos y no tiene seguro. Sueña que 'China' le toma una mano y quiere llevárselo, y él insiste en soltar su mano. Yéssica está asegurada, pero su retorno puede complicarse hasta que acaben las investigaciones. René se queda, porque tiene trabajo estable. 

Al retornar de Antofagasta, lo único que espera Víctor es comenzar la Copa Bolivia y luego el Nacional B, y quién sabe, quizá la Liga. Siempre está ahí el escollo de Guabirá, que el año pasado nunca venció a Destroyers. Eso sí, está guardando su habitual grito (“¡Gol, carajo!”) para dedicárselo, quizá con una lágrima, a su hermanita 'China'. 

Chile es el quinto destino de migrantes bolivianos

Hay 30.000 bolivianos viviendo en Chile, según datos publicados en 2015 por el consulado boliviano en el país vecino. La visa Mercosur, que permite trabajar legalmente, es relativamente fácil de conseguir. Con un salario mínimo de $us 350, el país vecino no deja de ser atractivo. 

Después de Estados Unidos, España y Brasil, Chile es el destino más frecuente entre quienes tienen que enfrentar el trance de la migración. Según los registros del Departamento de Extranjería y Migraciones del Ministerio del Interior de Chile, el auge se remonta a 2010. Ese año, 5.836 compatriotas tramitaron permisos definitivos. Al año siguiente, 2011, aumentó a 7.156 el número de trámites. Los permisos concedidos subieron de 1.083, en 2010, a 1.580 en 2011. 

Los envíos de esa masa laboral llegaron, en 2012, a $us 53 millones, según publica el diario chileno The Clinic. El Servicio Jesuita a Migrantes (SJM) , que ayudó a la familia Ábrego después de la tragedia, dice que Chile se ha convertido en un imán para los inmigrantes. Actualmente, hay más de 500.000 en todo el país, y las proyecciones indican que esa cifra se duplicará en ocho años. 

La mayoría tiene residencia permanente, y se calcula que unos 100.000 tienen visa temporal. Desde 2005, informa el SJM, se han fortalecido comunidades como la boliviana (que pasó de representar el 4,6% a un 21,2% del total de migrantes), la colombiana (de un 3,4% a un 16,2%) y la española (de un 1,9% a un 4,5%). 

Según France Press, países que no tenían ciudadanos en Chile, hoy se han transformado en fuentes principales de migración, como la comunidad dominicana, que aumentó de un 0,2% a un 3%, y la haitiana, con un incremento de un 0% a un 2,1% en el mismo periodo