Y Cosquín Rock le puso 
el pecho a la fiesta

Córdoba, Argentina 2018

Más que un festival de música Cosquín Rock es una experiencia.

Es que dos jornadas de más de 12 horas de música continuas cada día le despiertan el apetito auditivo a cualquiera.

Pero vamos por parte porque hay de todo y para todos.

PRIMER DÍA

A pocos kilómetros del predio comienza la macedonia de colores sonoros y de ritmos rockeros. La ansiedad golpea en el pecho a unos cuantos kilómetros de distancia donde la serpenteada fila de buses, coches y camionetas frena su impulso a paso de hombre.

Al costado del camino se improvisan fuegos para las carnes previas, los carteles se dibujan en tiza las ofertas para saborear y las poleras negras de otras versiones se mezclan con las bandas del pasado.

Se ven rastas, tatuajes y generaciones varias en este camino hacia lo ilustre conocido.

El paisaje serrano alza vuelo cuando las manos al cielo hacen la señal de vamos las bandas.



Decenas de jóvenes cargan los tanques para lo que serán dos largas batallas de ensueño.

Hoy es nuestro día y nada ni nadie nos quita lo bailado. El festival más federal de la República Argentina está por comenzar. Se intensifica la multitud y no es necesario preguntar dónde está el ingreso. A pocas cuadras, las oficinas de acreditaciones para prensa, para grupos musicales y servicios y asistencias le toman el pulso a la adrenalina que se vivirá en unas horas más.

El olor a choripán, la venta de hielo, agua, cerveza y fernet quedan atrás porque a partir de este momento lo importante es otra cosa.

El cielo puede esperar, pero la música no. Puntuales y con la cordial bienvenida las perillas de control abren el fuego de la música.

Vaquero negro, Ojos locos, Nagual, Ojos de pescado, El Bordo regaron la primera lluvia de acordes, melodías y ritmos al predio de 9 hectáreas y seis escenarios; fue el comienzo de una grilla bien elegida.

El cielo amenaza pero Las Pelotas arrojan su power en el escenario principal y la lluvia no se anima. Germán Dafunchio y Gabriela Martínez provocan el delirio de sus fans. Banderas al viento se nutren del coro para saltar con Hoy me desperté, Qué podés hacer y Víctimas del cielo.



Esta banda es la única que participó de todos los Cosquín Rock. El santiagueño Rally Barrionuevo los acompañó en Esperando el milagro.

Ahora el sol se cuela entre las rendijas del cielo y Las Pelotas sellan su pacto con Algún día será mejor, Eras y Personalmente. Si supieras corona la actuación y el delirio se hace noche. Las peló, las peloooo….


Así de encendido estaba Cosquín para el turno de Ciro y Los Persas. El hombre nacido en Buenos Aires salió expulsado al medio de la manga del escenario para bailar con sus fans entre banderas y brazos extendidos y gargantas calientes.




Todo pasa, Antes y después, Me gusta, Taxi Boy, Tan solo, Como Ali y una docena más de temas poniéndole todo el calor festivalero. Ciro plantó bandera, cantó con la gente, desplegó todo su histrionismo y demostró que es uno de los referentes del rock más importante del sur del mundo.


Después, qué importaba ya el después, si la noche transpiraba su magia entre luces y pasiones, hasta que recordaron que venía Creedence Clearwater Revisited, aquellos hombres que escribieron la historia del rock desde el norte del planeta.



El bajista Stu Cook y el baterista Doug Clifford, los únicos originales de la banda abrieron el cajón de los recuerdos. A mitad del show suena Suzie Q dando una bocanada de recuerdos de estos jóvenes que hace 50 años emprendían una carrera poco convencional. Lookin' Out My Back Door, I Heard It Through the Grapevine, Midnight Specia y Fortunate Son, fueron algunas de las canciones que merodearon el predio, con bajos decibeles, en un abrir y cerrar de ojos.


Pero los trapos se hicieron viento cuando Skay Bellingson, el ex guitarrista y fundador de Los Redonditos de Ricota comenzó a desplegar su distorsión roquera en la medianoche de un sábado de fiebre intensa. 


El Golem de Paternal, Falenas en celo, Ya lo sabés, Equilibrista, El redentor secreto, el clásico Ji ji ji, Aves migratorias y Chico Bomba fueron tejiendo la noche con un repertorio muy similar al que registró en Cosquín Bolivia el 4 de noviembre pasado. Un guitarrista impecable con una noche de dureza rocanrolera, conformó a sus huestes. Su Gibson SG se volvió a encender en Lejos de casa en una de las versiones más sublimes de la noche. Estaba todo dicho, el viejo crack del rock sigue vigente a pesar de sus 66 años. Quisiera llevarte y El sueño del jinete cerraron su show impecable." Adiós mis críos", dijo el legendario Skay al retirarse del escenario mayor. Ovación al Flaco.


Para cerrar y a 13 horas de música llegaba Piti Fernández con Las Pastillas del Abuelo que largó con Escaleras, Inercia. El cielo amenazaba. Los oportunistas, ¿Qué vicio tengo?, Donde esconder tantas manos y el Piti recorría el escenario por todas las latitudes mientras la gente le hacía el aguante a pesar del frío. Pero al mal tiempo buena música y llegó Absolutismos y junto con la canción, la lluvia intensa. "Vamos que me duermo", gritó Fernández y apuró a los técnicos que resguardaban los equipos de la lluvia. Y llegó Rompecabezas de amor. El reloj derretía la noche y el Piti, estoico, se metía en la tormenta de la pasión. "Qué lindo che" gritó al terminar. La lluvia se intensificó y dejó sin sonido al vocalista, igual arremetió con ¿Qué es Dios?, dedicado a Diego Armando Maradona.




El diluvio ofrecía demasiados riesgos y la primera noche de Cosquín llegaba a su fin. Agua, barro y felicidad intensa, no hay Cosquín sin lluvia, casi como un estigma.

SEGUNDO DÍA

De regreso, Cosquín. Las heridas del día anterior se veían en el terreno de juego. El barro, el agua y el cansancio dejaron huellas. Las rutas estaban menos transitadas y frías. El gris plateado contagiaba la duda de un posible día de lluvia.



Abrió Uchpa de Perú, siguió, Los que faltaba, Los estelares, una mezcla de géneros interesante para ambientar lo que se vendría: El mató a un policía motorizado, uno de los grupos revelaciones del año anterior, con muchos seguidores, así como Los espíritus que mostró con un rock soft y cadencioso con temas Jugo, Perro viejo y La rueda para cerrar un muy buen show.



Pero no pasaba todo por el escenario principal, también hubo mucha tela en otros rincones del enorme predio cordobés.

Respecto a anteriores versiones creció la Casita del Blues, el espacio Geiser, EL Quilmes garaje, donde se produjeron las actividades paralelas.

Carajo, La Mississipi, Fernando Ruiz Díaz, Los Pericos, Masacre, Airbag, Pez, Los Cafres, es decir, grupos que podrían estar en el escenario principal, pero el criterio del organizador, José Palazzo fue darle variedad temática diversificando horarios, géneros y sitios para enriquecer el menú.

Llegó uno de los mejores momentos de la versión 2018 cuando Residente entró en escena como una aplanadora. La banda del ex Calle 13 es tan potente como sus letras.




Revivió temas de su grupo anterior, pero también mostró lo nuevo. Músicos de varias nacionalidades y de diferentes continentes, pero unidos por el talento musical y la pasión de un artista sobresaliente como René Pérez. "Esta noche vamos a brindar por el aguante", dijo el reciente ganador de un Grammy por su disco Residente


La banda desató su furia con Somos anormales, siguieron Atrevete te te, Cumbia de los aburridos, Desencuentro, Baile de los pobres, Vamos a dar la vuelta al mundo, Calma Pueblo y cerrar con Vamo a portarnos mal. La fiesta se desató entre brincos, contorsiones, reflexiones y mucha adrenalina. Uno de los puntos más altos del día.

El sol se moría y las bajas temperaturas invitaban a sacudirse. Seguidores de los uruguayos de La Vela Puerca se hicieron sentir con sus banderas. Un rugiente coro los recibió desde el primer tema. Va a escampar, un himno que ofrece el mejor de los cuadros para comenzar a pintar la magia. Soldado de plomo, Y así vivir anunciando que todavía faltaba lo mejor.


Este grupo de amigos de barrio que decidieron hacer música hace 22 años sigue firme en Cosquín.

Todo el karma, Los reyes de los buzones, siguieron entonando sin parar. Hasta que llegó uno de sus himnos Zafar, comprando el mejor aire para respirar y vivir a pleno. Pero no se fueron y siguieron con Llenos de Magia y Para no verme más y el show le cabía una sola palabra, imparable. Sigo creyendo, Doble filo, Por la ciudad y 'el enano' anunció la despedida. 


Luego llegó otro de los momentos épicos fue cuando Sebastián Teysera se sentó y descolgó de la acústica Mi semilla. Para cerrar la noche El Viejo y llegó Panchito (un músico sin brazos ni piernas) con su armónica para hacer El Profeta. Una hora y media de show para consumir la poca energía que quedaba y aun faltaba más rock.


Después de las 22:00 Ratones Paranoicos, el regreso, con Juanse al frente. Rock del pedazo, Ceremonial en el hall, El vampiro, El centauro, La nave, Sucio gas, Cowboy y el infaltable Rock del gato. El reencuentro estaba sellado y con una puerta que daba al futuro. Los ratones atravesaron el tiempo y cerraron con Para siempre y un “muchas gracias Cosquín, viva la vida, viva el rock and roll”, de un Juanse sereno y atento, ante el delirio de sus fans que no dudaron de viajar al pasado en pleno 2018.



Medianoche encendida y galopante. José Palazzo, en mandamás del festival ofrecía una conferencia de prensa con la felicidad dibujada en sus ojos y resumiendo la 18 versión de unos de los festivales más importantes de Latinoamérica. Pidió dos últimas preguntas para ir a ver a The Offspring que ya salían al escenario mayor.


La banda punk rock nortemericana regaló un antídoto al cansancio generalizado y arrancó con un set apabullante.



Dexter Holland encaró Go Far Kid, All I Want, Come Out And Play, Prankster, Want You Bad, Why don't you get a job?, Americana, Pretty Fly, Kids Aren't Alright a la par de guitarras distorsionadas y una base que trituraba cada metro cuadrado del gigante escenario. Su cuate Noodles, otro símbolo del grupo, mostró el carisma de la banda.

Sus seguidores disfrutaron extasiados y quienes lo veían por primera vez quedaron atónitos por su calidad enérgica y su carácter sonoro. Otra perla de la noche cordobesa que parecía no esfumarse nunca mientras las nubes volaban bajo.

La vara estaba muy alta, pero la banda nacida en La Plata hace un cuarto de siglo, tenía los diapasones cargados de furia roquera.Y entonces llegó Guasones.


El líder, Facundo Soto mostró dominio escénico apoyado en una pose muy Stone y convidó Nada que ganar y La flaca Pili, así como también Como un lobo, Espejo roto y Me estás tratando mal, pero uno de los puntos más altos del concierto fue al interpretar Canción para un amigo, acompañados por una banda de banderas.



Pasadas las 2:20 de la madrugada Los Gardelitos ingresaron para cerrar el telón del festival. El público que aún permanecía firme, pero casi sin piernas, le hizo el aguante.


Dos muñecos gigantes le custodiaban a una de las bandas menos difundidas y más queridas del rock argentino. Sortilegio de arrabal, mientras una pareja de tangueros desenfundaba un baile elegante y fatal. Mientras soltaban su voz al viento la orquesta de cuerdas de Córdoba acompañaba un paso doble roncanrroleado. Siguieron con Calles calientes y Anabel y la fiesta se volvía a encender.Amando a mi guitarra y pidió por Patricio Santos Fontanet, (Callejeros) “La música no mata”, dijo y fue ovacionado.


"Si el rock pretende ser verdaderamente revolucionario, tendrá que abrazar al feminismo y no hay feminismo sin putas", dijo Eli Suárez en el cierre. Luego invitó a subir al escenario a María Riot y Georgina Orellano, dos trabajadoras sexuales integrantes de la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (Ammar) que leyeron una carta con sus demandas.

Estamos arriba de este escenario por las que ya no están. Por las víctimas de femicidios y travesticidios. Porque ya no nos callamos más. Para que terminen el machismo y los abusos en el rock y en todos lados. Por las mujeres migrantes, por las privadas de su libertad. Por las negras, las gordas y con discapacidad. Por quienes sufren violencia de género y son revictimizadas por un sistema judicial machista y patriarcal. Porque queremos políticas públicas reales para cambiar esta realidad. Porque queremos festivales con más mujeres tocando. Porque si no ocupamos esos lugares no fue porque no quisimos sino porque no pudimos. Tuvimos que ocupar ciertos roles impuestos y queremos que esos roles no existan más.

Abajo el patriarcado, que va a caer. Arriba el feminismo, que va a vencer, que va a vencer.

El rock and roll de Gardelitos siguió sonando y la edición 18 del festival más federal y convocante de estos lares quedó en la eternidad y en los corazones del sur del mundo.


Texto: Roberto Dotti

Fotos: Claudia Elder

Videos: Roberto Dotti - Claudia Elder