POPAYÁN. ASÍ TE MIRO...

¿Qué es modernidad?, nos preguntamos en una ocasión. Es quizá un anhelo…

Como jóvenes somos soñadores, y nuestros imaginarios son atravesados por todos los paradigmas estereotipos y modelos que vemos: todo lo que significa en nuestra perspectiva edificios, centros comerciales, arquitectura vanguardista, parques tecnológicos, vías enormes, gente amontonada, restaurantes con diseños extraordinarios que dejan perplejo a los espectadores. 

Eran las cuatro de la tarde mientras nos dirigíamos a la cita previamente acordada con Luisa. Durante el camino al café y en medio del centro histórico, nos surgía una conversación sobre lo que significa la ciudad para nosotros.

—¡Quien viera la ciudad ahora, diría que siempre es así de bonita!— Le comenté a Evelyn.

—Es como si la ciudad estuviera camuflada— Respondió, mientras seguimos caminando a través del laberinto de paredes blancas que conforman nuestra ciudad

El bullicio de la multitud llenaba el ambiente cada vez más. Comerciantes agolpados en cada esquina. "¡Lleve la oblea!", “¡Chorizos a dos mil!”, “¡Minutos!, ¡Minutos!”. Popayán, reconocida a nivel mundial por sus procesiones de Semana Santa, recibió su inscripción en la lista representativa del Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Humanidad por la Unesco en septiembre de 2009; de ahí en adelante, e igual que sucedía cada año, todo se repite. Sentimos que la ciudad es reconocida solo por ese evento.

Colonial, conservadora, tranquila, así percibimos a Popayán, igual que una dama antigua cuya existencia data de 1537, año en el cual un español llamado Sebastián de Belalcázar la fundó. Desde ese entonces, se ha conservado el legado que el pueblo español dejó: una apariencia colonial, y con ella la religión. Bajo estos dos conceptos la ciudad fue vestida de blanco. Uniforme y parecida en su centro, algo dispersa en su periferia...

"Es mejor malo conocido que bueno por conocer" 

Logramos llegar al lugar donde se acordó la cita. Luisa ya nos esperba. Luego del protocolo de presentación nos sentamos a dialogar. Queríamos saber cuál era su percepción sobre la modernidad en Popayán.

—Popayán quiere mantener su imagen tradicional, conservadora, y traer tradiciones que se han dejado de hacer, por ejemplo, la fiesta de reyes y la celebración de Semana Santa y eso está bien, pero considero que esta imagen tradicional no nos debe impedir pasar a la modernidad y crear cosas nuevas. Creo que el problema radica en que la ciudad pensó que al dejar todo como está, la gente estaría aquí todo el tiempo. Es como dice el dicho: "es mejor malo conocido que bueno por conocer". Nos apegamos a los pocos reconocimientos que posee la ciudad, para así darnos a conocer. Pero para mí, el encanto de la ciudad también es tradición en todo, Popayán tiene un porqué y una respuesta a todo, ejemplo de esto es por qué es blanca la ciudad, un porqué nuestro salpicón es único. De esta forma los visitantes al ver que todo tiene una razón quedan encantados.

"Destrucción"

El sol comenzaba a menguar y llenaba el cielo de un rojo intenso. Tic-tac... El tiempo avanzaba en nuestros relojes, pero parecía como si la historia se hubiera quedado congelada en la ciudad. Cada blanco destellante, ahora bañado de rojo y naranja por los rayos de sol, nos daba una perspectiva casi mágica de la ciudad.

Sosteniendo una bandeja con café y un brownie, un hombre de edad madura se acercaba a nosotros. Al momento de llegar a la mesa y saludarnos, nos percatamos que era extranjero. Tez blanca, ojos verdes claro y cabello canoso ayudaron en confirmar nuestra intuición inicial. Se sentó frente a nosotros y nos contó sobre Holanda, su país de procedencia. Siguiendo el hilo de la historia y sin dejar que fluyera entre el aire y se perdiera, le preguntamos sobre su percepción de modernidad de esta ciudad.

—Creo que Popayán es moderna y no, pero me gusta, así como es. Estoy cansado de las ciudades grandes, el bullicio, el tráfico, la falta de amabilidad de las personas. Me gustan las ciudades, así como Popayán, tranquilas. La modernidad exige un tipo de vida muy acelerado, debes aprender más cosas en muy poco tiempo. El ritmo de vida es acelerado y te estresas más y vives menos. Es frustrante cuando la modernidad para mí es una especie de cadena, es como que cada vez te ves presionado a comprar más, a consumir más, pero ¿qué pasa cuando la compra se acaba?

Jacobo terminaba su café mientras parecía pensar qué más decir.

— Una destrucción, eso es lo que yo pensaría sobre la modernidad.

— ¡Destrucción! ¿En qué sentido? — Preguntamos de manera casi inmediata al terminar su frase.

—Destrucción en el sentido humano. Para mí las personas cada vez pierden su humanidad, como ese valor que te hace ser un ser emocional y racional. Tuve la oportunidad de viajar a Rio de Janeiro con mi esposa, pero para mí sorpresa, las ciudades no son como creemos verlas. Existe un imaginario dentro del cual pre-configuramos nuestra realidad y percepción sobre el mundo. Río es conocida por el carnaval. Pero este ambiente festivo está permeado por la modernidad, personas casi robóticas, me explico, los teléfonos inteligentes pasan a formar parte de sí mismo, es como una extensión de su ser en una pantalla. Ven sin mirar más allá de los 30 centímetros que separan su rostro de sus pantallas. Es cierto que existe un mar, pero se ve como un mar de personas, un mar de opiniones, un mar de caos. Entre más gente exista reunida en un lugar, menos podrás ver, sí, pero ver sin mirar. No sabes a quién ver, no sabes qué hacer, pero sabes que debes hacer algo. Escapar de lo moderno es algo difícil. Cada vez encuentras que lo tradicional y pasado se queda relegado a un segundo plano, y lo moderno, como una máquina demoledora pasa sobre ti y los demás y se quedó instaurada como un nuevo Dios.

"Comodismos"

Motivados a explorar más sobre nuestra ciudad, en los siguientes días visitamos un pequeño hostal ubicado en el centro. Eran casi las diez de la mañana. El sol ya iluminaba la ciudad, resplandeciente como siempre bajo una gloria pasada. Carlos, el administrador del lugar, nos abrió la puerta y nos dirigimos a un pequeño lobby muy llamativo. Mientras lo esperábamos para comenzar la charla, notamos que había pocos extranjeros en el lugar.

— La ciudad es muy bonita, es deliciosa, es un vividero, pero está totalmente estancada. Popayán no tiene una sola vía nueva como tal, una construcción nueva, quizá por "comodismos" o porque la administración municipal quiere mantener unas leyes un tanto arcaicas, y otras que no le convienen a la economía local. Es como si el letargo de la ciudad fuera adrede. Por ejemplo, el centro histórico, es muy bonito, eso sí. Es un lugar especial, pero ¿qué pasa? solo tiene un carril y el otro carril es una bahía de parqueo. Hay congestión vehicular. Es como si el centro histórico quisiera convivir con algo para lo que no fue planificado. Popayán necesita más vías de tránsito, ampliar las aceras e incluir una ciclo vía, y una circunvalar para que los carros no atraviesen el centro histórico, y hacerlo histórico de verdad. — Carlos se quedó pensando en esa idea y luego respiró, como cogiendo impulso.

— Me explico, ciudades alrededor del mundo donde carros grandes no pueden pasar, la gente puede caminar 4 o 5 cuadras y tienen una zona peatonal. Y los lugares históricos los protegen, pero no impiden que el resto de la ciudad crezca, evolucione, llevan a la par el proceso de modernidad junto a la preservación de la historia. Popayán tiene mucho para ofrecer, pero la gente no sabe qué hacer por lo menos un fin de semana.

Esta última afirmación no era nada nuevo para nosotros. Popayán es algo monótona en cuanto a eso. Según vemos, la ciudad mantiene las mismas atracciones y planes; cada lugar puede ser recorrido tantas veces que, en ocasiones, ya te lo aprendes de memoria. Pero, en ocasiones, debemos ver más allá de lo cotidiano. Mirando al ventanal enorme del hostal que divisaba el centro histórico. Gente de otras ciudades pasaban bajo el vuelo de las palomas. Percibía que la calma no era tan mala, la ciudad en realidad no es tan mala. Pero el contraste entre lo nuevo y lo conocido parece forjar una pelea en el ambiente de la ciudad.

— Cuando recibo a extranjeros en el hostal, escucho que la mayoría de ellos dicen que la ciudad les parece fascinante, y hay cosas que se dificultan por la falta de actividades. Es como ese ambiente de pasividad. Por una parte, los atrae, pero por otra parece alejarlos. Un extranjero comúnmente permanece dos días, o una sola noche, hacen algo y luego se van, siguen su camino y no dan oportunidad a Popayán de ofrecer algo más...

"Distancia temporal"

De camino a la universidad iba pensado sobre la ciudad, sus ventajas y desventajas, su gente, sus casas, sus costumbres, su ser en sí. De repente un saludo me devolvió a la realidad, era Lizeth, una joven payanesa de 24 años, cabello crespo, tez blanca y como estudiante de administración de empresas tenía muchas visiones y metas, algo apenas entendible desde su formación, en la que siempre acarician ideas de negocios. Ella desea construir algo diferente y hermoso para su ciudad.

Junto a ella iba Stefani, su amiga brasileña, al parecer de su misma edad, piel blanca, ojos color miel, que cambian a verde con la luz del sol. Impulsada por la curiosidad, pregunté por su ciudad natal. Florianópolis, me respondió. Extrañaba su ciudad, me comentó que le gustaba y yo como espectadora de la conversación, estaba atenta a cómo contaba lo majestuosa que era su ciudad. Impulsada por una duda creciente, quise preguntar el motivo que la trajo a Popayán, si viene de una ciudad tan hermosa como la describe.

—Un intercambio social es lo que me motivó a visitar la ciudad. Entre la lista figuraba Popayán, que es diferente y mucho. Aquí conoces cosas como históricas, muy culturales. Es como tener la posibilidad de descubrir cosas más sencillas, más coloniales. Esta es una ciudad histórica. — Su respuesta salía adornada por un español que en ocasiones se mezclaba con el portugués.

Al ver tantas fotos de Florianópolis entendí el motivo de su sonrisa al hablar de la ciudad. Para ella era un sueño: edificios imponentes, playas blancas, una selva al fondo. Todo esto fue un precedente para discutir con Lizeth sobre lo que ha pasado con Popayán.

-No creo que Popayán sea una ciudad moderna, según mi concepto de modernidad, claro está. Pues más allá de ser una ciudad muy histórica y con aspecto físico bien antiguo, no veo desarrollada la parte poblacional. Considero que la ciudad no está preparada para un cambio en ese sentido. Popayán, todo lo que tiene para conocer está relacionado a la historia de la ciudad, museos, parques, cosas en general. No siento el interés en técnicas más avanzadas para las cosas que mueven una ciudad, como transporte público, empresas, áreas de esparcimiento cultural. No estoy afirmando que estos sectores no existan, pero a diferencia de otras ciudades, parece existir una distancia temporal muy grande entre ellas. — Respondió Liz un poco decepcionada.

—En Popayán nos hemos acostumbrado a ser independientes. En cada lugar encuentras una tienda. Nuestra cultura no es dinámica, porque no hay zonas de industria. En mi tesis investigué sobre el mercadeo en la ciudad. Me di cuenta que tres factores eran causales: primero estamos en una especie de embotellamiento; tenemos una sola vía que nos conecta al sur o al norte del departamento. Si algo pasa, como un paro o un algún evento que perturbe la movilidad en la vía, la ciudad queda aislada. Segundo están los gremios pequeños que son protegidos por la alcaldía y si viene una empresa grande con posibilidad de generar miles de empleos le cobran impuestos muy altos y, creo, por el ritmo de vida de consumo no está preparada para invertir en grandes industrias. Además, existe el centro histórico; este es un elemento clave en las ciudades de industria, pero este no se puede transformar por una ley municipal.

"Indiferencia"

—Mijo, la ciudad, así como está, está bien para mí. No hay nada para cambiarle. Todo queda cerca y me es más fácil vivir así. Es más fácil hacer conocidos en lugares pequeños. A diferencia de las grandes ciudades, el ritmo de vida es muy cansado, todo queda lejos, hay mucha gente, existe como una indiferencia,— respondió mi abuelo cuando le pregunté su opinón sobre la ciudad.

El ambiente se llenaba de un delicioso olor a pollo a la plancha. Mientras cocinábamos hablábamos sobre la ciudad. A sus 70 años, Oscar me relata que la ciudad creció después del terremoto del año 1983. Después de eso, la ciudad creció debido a la invasión de damnificados en lotes en toda la ciudad. Pero la ciudad la percibe como la misma.

—En el barrio, antes éramos unos pocos. Después del terremoto todo cambió. Nacieron nuevos barrios, otros se unieron, otros desaparecieron. El centro fue reconstruido y quedó parecido a como era, pero el resto de la ciudad cambió. Creo que Popayán sí es moderna, pero es algo lenta. Cambia en años y no en meses como otras ciudades que uno visita, y cuando vuelve hay más cosas por descubrir. Pero para mí, así está bien. La gente es más fácil conocerla en lugares pequeños, se crea un sentido de comunidad más fuerte. Todos se ayudan, se conocen, se saluda más. La ciudad es tranquila como está...

Realmente, ¿qué es la modernidad? 

Creemos que esto no refleja lo que la ciudad es en verdad. Puede que pensemos que las visiones tienen un punto en común sobre si Popayán es moderna o no. Cada persona percibe que el avance es bueno o malo desde sus propias experiencias. Nuestra Popayán pareciera estar dormida y querer despertar. La tradición juega un papel importante, tiene un elemento llamativo, pero está ahí solo para ser contemplada.

Desde este punto, la ciudad inspira respeto, sacralidad, y lo moderno es un sueño interminable que cuando lo vives quizá no sea como lo pensaste. Lo que te ofrece cada lugar es la reflexión. Aquí todo se complementa y nos lleva a preguntarnos ¿realmente, qué es la modernidad?

Crónica realizada por Cristhian Córdoba, Evelyn Méndez, Kelly Orozco, Gineth Coral. Universidad del Cauca.  Mayo 2016. Popayán, Colombia.