Campos de golf arrasan con un pueblo, su río y hasta su parcela escolar

* Grupo Vidanta se expande y construye el primer parque temático del "Cirque du Soliel" con altos costos sociales y ambientales

Jarretaderas, Nayarit.- "Se robaron la parcela escolar de nuestra pueblo, podrán decir que todo estuvo en regla y legal, pero para nosotros fue un robo". Así lo lamenta quien junto a otros padres de familia y maestros lucharon hace cinco años por rescatar el predio que servía para que la comunidad de la escuela primaria “República de Cuba” realizara cultivos de autoconsumo y para el sostenimiento de la institución.

Pero todo fue en vano. Con una mezcla de rabia y tristeza asegura que con la complicidad de la mesa directiva ejidal, Grupo Vidanta se apropió de la parcela escolar de Jarretaderas como parte de su voraz expansión que en poco más de una década, ha dejado a esta población en la asfixia, rodeada por las vallas y muros de sus campos de golf.

Se trata de uno de los desarrolladores turísticos más importante de México, quien en esta zona del delta del río Ameca –límite de Bahía de Banderas en Nayarit y Puerto Vallarta en Jalisco–, viene construyendo un enorme complejo hotelero que incluirá el primer parque temático del mundialmente famoso Cirque du Soliel la compañía canadiense de entretenimiento circense.

“Te estoy platicando esta historia pero no quiero que salga mi nombre, no quiero represalias por parte de la directiva ejidal”, me dice este indignado hombre al tiempo que me entrega copias de los documentos que validan su dicho y que atesora con la esperanza de que un día sea restituido al patrimonio de la escuela.

“La parcela era sembrada y trabajada por la escuela pero el ejido le dio una constancia a un abogado de Vidanta declarándolo propietario del predio que según ellos por error se había usado de parcela escolar”, agrega con frustración.

“El robo de la parcela escolar es solo un ejemplo de lo que Grupo Vidanta ha hecho en detrimento de Jarretaderas y Nuevo Vallarta”, me asegura Indalecio Sánchez Rodríguez, coordinador del aguerrido grupo ambientalista Alianza de la Costa Verde –principal referencia opositora de este desarrollo turístico–, aunque reconoce que gran parte de la expansión se debe a la venta voluntaria de hectáreas ejidales.

Indalecio, quien gran parte de su vida trabajó para la industria turística, es un hombre de casi 70 años de edad, pero su pasión por la defensa de los recursos sociales y ambientales de la Bahía de Banderas, es bastante vigorosa y jovial. El activista denuncia que la compra de miles de hectáreas ha incluido el apropiamiento de caminos y calles públicas. “El desarrollador consiguió autorizaciones municipales y modificaciones de los planes urbanos en administraciones anteriores”, explica por su parte José Gómez, presidente municipal de Bahía de Banderas, a quien tuve que ir a buscar después a San Vicente, allá en los pueblos donde no hay glamour turístico.

Advierto que el alcalde no está del todo convencido de los procedimientos de sus antecesores para otorgar manga ancha a Grupo Vidanta, pero él se justifica en la institucionalidad y en la frecuente supervisión en las áreas de su competencia.

FRENESÍ EXCAVADOR

Indalecio se ofrece a llevarme a los lugares que explican el contraste entre calles polvorientas y los greens de los campos de golf.

De la todavía bella y típica plaza del pueblo nos encaminamos hacia la única entrada amurallada que el consorcio construyó para que los jarretadeños pudieran acceder al río y a la playa. Sin embargo muy pronto me doy cuenta que esta vía entre bardas de concreto realmente sirve para que las góndolas de Vidanta puedan transitar con facilidad y para que no haya contacto visual entre los golfistas extranjeros a bordo de sus carritos eléctricos y los lugareños que aún se aventuran, bajo la intimidante mirada de motociclistas vigilantes, a ir a pescar o quizá simplemente a disfrutar de la brisa marina.

Al llegar a la ribera del río, la escena es devastadora. Grandes camiones de volteo y máquinas retroexcavadoras desplegados a lo largo del cauce, todos con la flor azul del logotipo de Grupo Vidanta, sacan toneladas de materiales pétreos en un auténtico frenesí por excavar y modificar el entorno natural. “Nosotros calculamos que en los últimos años se han extraído tres millones de metros cúbicos de material del río para nivelar las tierras de los campos de golf, con las terribles consecuencias para el ecosistema”, me explica Librado Consuedra Pascacio, un migrante de Chiapas convertido en líder social de Jarretedaras.

Librado aún conserva su acento del sureste, pero ya tiene más de 10 años en Bahía de Banderas a donde llegó al tiempo que unos 10 mil paisanos suyos quienes vinieron a incorporarse al boom de la construcción turística de la llamada Riviera Nayarit. Desde entonces, es otro que le ha impuesto marcaje personal a las actividades de la empresa, que tuvo a Mayan Palace como distintivo principal en sus inicios. Pero el poderoso emporio turístico cuenta con permisos para todo y tiene una extrema facilidad para conseguirlos.

Daniel Chávez Morán, el presidente de Grupo Vidanta, parece que es uno de los empresarios favoritos del presidente Enrique Peña Nieto de acuerdo a analistas especializados. Le ha otorgado varios premios nacionales y es pasajero VIP en viajes presidenciales por el mundo.

Tras varios intentos del reportero por contactar a un representante del consorcio, no hubo respuesta a las llamadas.

TURISMO DEPREDADOR

Al continuar por el bordo del río, ya no podemos transitar en el vehículo porque el camino ha sido bloqueado y se estrecha justo donde terminan los campos de golf y empiezan los grandes edificios hoteleros. Tenemos que seguir a pie.

Unos metros antes del final del río e inicio de la playa, nos encontramos a un joven pescador indignado. Su motocicleta ha sido arrollada por una retroexcavadora de Vidanta. “Tengo varias horas esperando a que alguien se haga cargo de los daños de mi moto, no he comido, ni logré pescar nada… Estos se creen dueño de todo y será mejor ya no venir aquí”.

El intenso dragado del río también depreda el hábitat del cocodrilo, sus refugios y madrigueras. Eso hace que los saurios se desplacen río arriba y haya un riesgo mutuo con los habitantes de las poblaciones ribereñas. Del lado jalisciense en el pequeño estero Boca Negra, los cocodrilos están hacinados, replegados entre el río devastado y la pista del aeropuerto de Puerto Vallarta.

La “Isla de los Pájaros” está en la desembocadura del Ameca y es un último reducto de mangle y selva refugio de al menos 200 especies de aves como su nombre lo dice. Pero la manipulación del cauce del río está dañando este santuario que ya forma parte de las múltiples concesiones federales que ostenta Grupo Vidanta.

Más tarde me confirmaría este daño ecológico, el biólogo y experto ambientalista Jaime Torres, quien me advierte que el deterioro abarca el lado jalisciense en Boca de Tomates: “Cada vez hay más contactos hombre-cocodrilo con daños para ambas partes y ya comienzan los avistamientos de cocodrilos cerca de las playas o de la embarcaciones de turistas… las aves se están quedando sin sitios para sus nidos y se está afectando la pesquería del lugar”.

El recorrido por el río Ameca hasta la playa termina. El sol se está poniendo y las aves en la isla hacen un estruendo de graznidos que se mezcla con el ruido de los motores de las retroexcavadoras.

Indalecio y Librado coinciden al preguntarse: “¿No habrá una manera en que desarrolladores, autoridades y habitantes, nos pongamos de acuerdo y sin violentar a nadie ni a nada, hagamos de este un mejor lugar para todos?”.