Pigafetta: un corresponsal en la primera vuelta al mundo

Poco se conoce sobre los orígenes de Antonio Pigafetta. Noble italiano del Renancimiento, perteneciente a una rica familia de Vizencia y nacido entre 1480 y 1491. Fue conocido por sus estudios en astronomía, geografía y cartografía, conociendo el astrolabio o el uso del imán como brújula y perfeccionó su educación en la universidad al servicio del jerarca católico Francesco Chiericati, alto cargo en Roma del papa León X. Estudió conocimientos generales y probablemente francés. Trabajó como explorador, geógrafo y cronista en la República de Venecia, y en uno de sus viajes a Barcelona junto a su maestro Chiericati, le llegó la noticia sobre un grupo de naves que marcharía desde Sevilla en busca de la isla de las especias y su espíritu aventurero le llevo a embarcarse en la misión.

Llegándome a oídos que estaba aprestada en tal hora una escuadra junto a la ciudad de Sevilla --y de cinco naves-- para marchar tras el descubrimiento de las especias en la isla de Maluco, de la que era capitán general Ferando de Magaglianes (sic), gentilhombre portugués, comendador, con muchas y diversas guisas y naves, del Mar Océano, partime con muchas cartas de recomendación desde la ciudad de Barcelona, donde paraba Su Majestad entonces, y llegué embarcado a Málaga.

Pigafetta embarcó a bordo de la nao Victoria, la única que regresa a España con solo 18 supervivientes de los 265 hombres que partieron de Sanlucar entre los que se él se encontraba. En ese momento, comenzó la primera circunnavegación del globo en 1519 y es Antonio Pigafetta, quien se encarga de relatar los hechos día a día en su relato "Relación del primer viaje alrededor del mundo".

El martes 20 de septiembre del mismo año partimos de ese lugar llamado San Lúcar, enfilando al Sudoeste, y, antes de terminar el mes, el 26, arribamos a una isla de la Gran Canaria que se llama Tenerife, a 28 grados de latitud, para repostar carne, agua y leña.

Este relato es la principal fuente de información que tenemos sobre el viaje de Magallanes y Elcano, sin él desconoceríamos los hechos, hazañas y penurias por las que los tripulantes pasaron. La figura de Pigafetta fue fundamental, gracias a sus numerosos estudios en diferentes ámbitos, siendo el único intelectual a bordo en dicha expedición. Sus estudios en cartografía y navegación le ayudaron a dibujar los mapas de los lugares por los que iban pasando. Es la primera vez que se relata el descubrimiento del Estrecho de Magallanes, paso navegable al océano Pacífico y Pigafetta es quien se encarga de representarlo en un mapa bastante acertado para los avances de la época.

El relato de Pigafetta narra la existencia de otros pueblos y culturas desconocidas hasta ese momento y las diferencias y choques culturales que para ellos supusieron. Recoge información desde las tribus indígenas en América hasta la cultura filipina y china en Asia, dándolas a conocer en Europa y proporcionando información relevante hoy día sobre es estilo de vida y costumbres de los pueblos en esa época. Recogió también el vocabulario de algunos pueblos, como tribus brasileñas o el cebuano, idioma hasta ahora totalmente desconocido que hablaban los habitantes de Filipinas, haciendo de intermediario en diversas ocasiones entre los habitantes del lugar y sus compañeros. Hoy en día siguen quedando rastros sobre las aportaciones que hizo Antonio Pigafetta a nuestro vocabulario ya que palabras tan conocidas actualmente como "hamaca", “cacique” o “canoa” fueron traídas a España por él.

Se desenvuelven los hombres y las mujeres como entre nosotros; comen carne humana, la de sus enemigos, no por considerarla buena, sino por costumbre. Inició ésta --como ley de Talión-- una anciana, quien tenía un solo hijo, que fue muerto por los de una tribu rival; pasados algunos días, los de la suya apresaron a uno de los de la que le habían matado al hijo, y lo trajeron a donde se encontraba la vieja. Ella, viéndole y acordándose de su muerto, corrió hasta el muchacho como perra rabiosa, mordiéndole la espalda.

 La gente de China es blanca y vestida. Comen sobre mesas, como nosotros, y tienen cruces, aunque no sepamos por qué las tengan. (…) En la isla de Han, alta y gélida, abunda el metal, plata, perlas y seda; su rey es el rajá Zotru.

Fue además un gran naturalista, y plasmó en su libro numerosos datos sobre las nuevas especies que iban descubriendo, así como de la flora, fauna y clima tan diferentes de lo hasta ahora conocido. Explica con detalle especies como el guanajo, pingüino y lobo de mar, especies que él mismo descubrió aunque a veces tiende a la fantasía en su escritura, exagerando los hechos.

Costeando siempre esta tierra hacia el polo Antártico, nos detuvimos en dos islas que sólo encontramos pobladas por pengüines y lobos marinos. Los primeros existen en tal abundancia y son tan mansos que en una hora cogimos provisión abundante para las tripulaciones de las cinco naves. Son negros y parece que tienen todo el cuerpo cubierto de plumas pequeñas, y las alas desprovistas de las necesarias para volar, como en efecto no vuelan: se alimentan de pescados y son tan gordos que para desplumarlos nos vimos obligados a quitarles la piel. Su pico se asemeja a un cuerno.

Los lobos marinos son de diferentes colores y más o menos del tamaño de un becerro, a los que se parecen también en la cabeza. Tienen las orejas cortas y redondas y los dientes muy largos; carecen de piernas, y sus patas, que están pegadas al cuerpo, se asemejan bastante a nuestras manos, con uñas pequeñas, aunque son palmípedos, esto es, que tienen los dedos unidos entre sí por una membrana, como las nadaderas de un pato. Si estos animales pudieran correr serían bien temibles porque manifestaron ser muy feroces. Nadan rápidamente y sólo viven de pescado. (..) Este animal tiene la cabeza y las orejas de mula, el cuerpo de camello, las piernas de ciervo y la cola de caballo, cuyo relincho imita.

Fue un viaje duro, durante el cual vivieron bajo situaciones extremas. La comida y el agua escaseaban y como relata en su diario, se alimentaban de cuero o serrín en momentos de gran necesidad y las ratas eran un manjar por el que se pagaba u alto precio. Además las enfermedades eran frecuentes a bordo, una de las más comunes era el escorbuto, reconocido por primera vez en los siglos XV y XVI como una enfermedad grave de los marinos en viajes largos por mar, ya que no tenían acceso a alimentos frescos, como frutas y verduras.

Miércoles 28 de noviembre, desembocamos por el Estrecho para entrar en el gran mar, al que dimos en seguida el nombre de Pacífico, y en el cual navegamos durante el espacio de tres meses y veinte días, sin probar ni un alimento fresco. El bizcocho que comíamos ya no era pan, sino un polvo mezclado de gusanos que habían devorado toda su sustancia, y que además tenía un hedor insoportable por hallarse impregnado de orines de rata. El agua que nos veíamos obligados a beber estaba igualmente podrida y hedionda.Para no morirnos de hambre, nos vimos aun obligados a comer pedazos de cuero de vaca con que se había forrado la gran verga para evitar que la madera destruyera las cuerdas. Este cuero, siempre expuesto al agua, al sol y a los vientos, estaba tan duro que era necesario sumergirlo durante cuatro o cinco días en el mar para ablandarlo un poco; para comerlo lo poníamos en seguida sobre las brasas. A menudo aun estábamos reducidos a alimentarnos de serrín, y hasta las ratas, tan repelentes para el hombre, habían llegado a ser un alimento tan delicado que se pagaba medio ducado por cada una. Sin embargo, esto no era todo. Nuestra mayor desgracia era vernos atacados de una especie de enfermedad que hacía hincharse las encías hasta el extremo de sobrepasar los dientes en ambas mandíbulas, haciendo que los enfermos no pudiesen tomar ningún alimento. De éstos murieron diecinueve y entre ellos el gigante patagón y un brasilero que conducíamos con nosotros. Además de los muertos, teníamos veinticinco marineros enfermos que sufrían dolores en los brazos, en las piernas y en algunas otras partes del cuerpo, pero que al fin sanaron.


Antonio Pigafetta fue siempre fiel a Magallanes y probablemente el hecho de que únicamente nombrara a Elcano en una ocasión en su diario fue para no quitarle importancia a su capitán, al cual veía como un héroe. La admiración de Pigafetta por Fernando de Magallanes queda reflejada en su diario, y así lo plasmó en el relato de la batalla de Mactán, en la que Magallanes muere a manos de los nativos de dicha isla. Magallanes, junto a 50 de sus hombres, se enfrentó a un gran número de indígenas, los cuales le alcanzaron con sus dardos y lanzas envenenados y se hicieron con su cuerpo. Pigafetta también resultó herido en la batalla de Mactán, pero logró reponerse y continuar el viaje con Juan Sebastián Elcano como capitán.

La batalla se desarrolló el sábado 27 de abril de 1521 (el capitán quiso librarla en sábado por ser el día más de su devoción). Fueron muertos con él ocho de nuestros hombres, y cuatro indios ya bautizados: éstos, por las bombardas de las naves, que en plena refriega acercáronse a prestar ayuda. 

De inmediato se abalanzaron con lanzas de hierro y de caña y con esos terciados suyos hasta que mataron al espejo, la luz, el apoyo y nuestra verdadera guía.
Mientras le herían, muchas veces se dio vuelta para ver si todos habíamos podido regresar a las embarcaciones [...] Espero, Vuestra Ilustrísima Señoría, que no se extinga nunca en nuestros tiempos la fama de tan generoso capitán.


Pero la gloria de Magallanes sobrevivirá a su muerte. Estaba adornado de todas las virtudes, mostrando siempre una constancia inquebrantable en medio de las más terribles adversidades. A bordo se condenaba a privaciones más grandes que cualquiera de los de la tripulación. Versado como ninguno en el conocimiento 79 de las cartas náuticas, poseía a la perfección el arte de la navegación, como lo probó dando la vuelta al mundo, que nadie antes que él había osado tentar.

Después de tres años de difícil y peligroso viaje del que sólo regresan 18 supervivientes, el 6 de Septiembre la expedición llega a Sanlúcar y ese mismo martes desembarcan en Sevilla. Tras el desembarco Pigafetta pone rumbo a diferentes países en los que se entrevista con sus respectivos reyes, entrevistándose con ellos y proporcionándoles una copia de su diario de viaje. La primera copia fue destinada al rey Carlos I en Valladolid, pasa por Portugal y hace otra entrega a Juan I, tras esto se entrevista con la reina Luisa de Saboya en París y finalmente entrega una copia a Philippe Villiers de l'Isle-Adam, Gran maestre de la Orden de San Juan de Jerusalén.

El diario de Pigafetta es uno de los grandes tesoros traídos tras la primera vuelta al mundo y sin él nunca podríamos haber conocido la mayoría de los acontecimientos que ocurrieron.

Este mapa muestra el camino que Magallanes y su tripulación siguieron, pero contado con algunos de los extractos que Pigafetta redactó a su paso por cada lugar.