La Secreta

Una vereda que pasó del terror a la esperanza

Por Margarita Name

'Resiliencia' es la palabra que mejor describe a los habitantes de La Secreta, una vereda del municipio de Ciénaga, Magdalena, que se encuentra a 700 metros sobre el nivel del mar. En este territorio, rodeado de espesa vegetación y cafetales, viven cerca de 91 familias que fueron víctimas del paramilitarismo a finales de los noventas y a comienzos del 2000. Hoy, los campesinos, miran hacia adelante. Ellos se esmeran, día tras día, por forjar un mejor futuro.

La vereda le hace honor a su nombre, porque, para llegar hasta allá, se necesita atravesar un largo y escabroso camino en la montaña; no obstante, el recorrido vale la pena. Los verdes paisajes, el olor a café, los animales, las flores y el calor de su gente hacen que La Secreta, se convierta en un paraíso inmerso en la Sierra Nevada.

Gledis Ríos, una de las habitantes de este pueblecito, recibe con una gran sonrisa a todas las personas que la visitan. Mientras prepara un suculento sancocho de costilla, narra cómo los 'paracos' la sacaron de su casa el 13 de octubre de 1998. "Una noche estos hombres bajaron desde la vereda La Aguja y, con lista en mano, asesinaron a mis compadres, los Castillo. A ellos los amordazaron y luego los mataron. Después de eso, nos exigieron que saliéramos de aquí y dejáramos todo", comentó Ríos con la vista empañada.

El caso de la familia de Gledis es similar al de otras 119 que salieron despavoridas de sus hogares, puesto que, las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), en ese año, masacraron a 20 personas por ser supuestos colaboradores de la guerrilla.

La triste historia que la mujer comenta de sus compadres marcó los corazones de los habitantes de la zona. Los 'paras', al mando de Adán Rojas Mendoza, alias ‘El Negro’, les quitaron la vida a los esposos Ana Legarda Ballén y Marco Tulio Castillo Acosta. También ultimaron a Darwing Trigo Legarda y a Florentino Castillo Acosta.

La pareja dejó trillizas de tres años edad, quienes quedaron a cargo de sus hermanos mayores. Durante mucho tiempo vivieron en Riosucio, Caldas. Con la desmovilización de los paramilitares en 2006, la familia Castillo, en compañía de 41 más, habían retornado de manera parcial a la vereda, debido a que aún estaban en completa zozobra. Con la gestión de la Unidad de Restitución de Tierras cerca de 90 familias volvieron a ocupar sus fincas.

Según registros de prensa, en junio de 2012, cuando se instaló la oficina de la Unidad de Restitución de Tierras, en Santa Marta, Silver Polo, líder de la comunidad, logró después de mucha insistencia que el ministro de Agricultura de ese momento, Luis Camilo Restrepo, priorizara a La Secreta para devolverles sus tierras a las personas que salieron hace varios años, desplazados por el conflicto armado.

Tanto para Gledis, como, para los hermanos Castillo, comenzar desde cero no fue tarea sencilla. "Cuando llegamos aquí no aullaban ni los perros. Esto estaba desolado", comentó Ríos mientras servía la mesa. Agregó que, para construir su vivienda, tuvo que hacer varios préstamos en el banco.

Tras 12 años de su retorno, Gledis
reconstruyó su hogar y ahora vive
del cultivo de café y de la apicultura.

Con el apoyo de la Unidad de restitución de Tierras se inició una ardua, pero gratificante labor con los campesinos, a través la implementación de proyectos productivos de frutales, café, ganado, y apicultura, una de sus apuestas más importantes. Ello ha permitido la creación de grupos de trabajo como, la Asociación de Agricultores Orgánicos de la Secreta (Agrosec); la Asociación de Apicultores de la vereda La Secreta (Apisecreta); y la Asociación de productores de hortalizas y frutas de La Secreta (Aprohofrusec).

Gledis hace parte de estas asociaciones, porque con la siembra de café y la apicultura encuentra la forma de subsistir. En su patio, con la vista en dirección al paraje natural, tiene varias estructuras móviles de madera, tipo cajón y cubiertos con láminas de zinc, para secar el café que recogen. Comenta, mientras le da de comer a las gallinas que la rodean, que la venta de este fruto le genera buenos dividendos.

Cada familia en la región recibe, en promedio, 12 millones de pesos anuales por las cosechas de café y en distintos momentos también venden aguacate, cilantro, cerdos o gallinas.

La miel también se convirtió en una herramienta de trabajo no solo para Doña Gledis, sino, para los hermanos Castillo. Cerca de 36 familias están dedicadas a la apicultura y tienen 10 apiarios de 30 colmenas, cuyo resultado es la producción de 90 kilos anuales que se exportan a nivel nacional.

El dulce néctar, dorado y espeso, está libre de químicos y conservantes. Probarlo es un aliciente para los sentidos. "Tengan por seguro, que la miel va a salir de los apiarios a la mesa del consumidor" dijo, Denis Joya, una de las apicultoras.

Para bajar a los apiarios las personas encargadas recorren una trocha inclinada en 20 minutos. La distancia es corta, pero el esfuerzo físico es mayor. Con trajes pesados, botines y guantes de caucho, descienden el tramo para evitar ser devorados por abejas. Al llegar, sacan un cuadro de los ocho que posee cada colmena. En cada sección hay, aproximadamente, un kilo de miel.

Después de la recolección, que según Doña Gledis dura tres meses, la miel se baja para ser comercializada. En su cocina tiene una botella con el preciado líquido, que es apetecido por todas las personas, locales y foráneas que acuden a su vivienda.

La cocina de Gledis siempre está disponible para recibir a los visitantes... 

La mujer no utiliza el pasado para refugiarse en el dolor y el rencor, porque ya perdonó. Al contrario, considera que la dura prueba que le tocó vivir la hizo más fuerte y le dio más formas para subsistir. En medio de la naturaleza, de su pequeña casa y las pocas comodidades, está tranquila.

Al igual que ella, los hermanos Castillo y todos los habitantes de La Secreta viven felices. Allí están sus raíces, su niñez, el recuerdo de los familiares que se fueron y ahora, su trabajo. Estas personas hoy son ejemplo de fortaleza, organización y liderazgo para mejorar sus vidas.