Milagros del amor

El hospital psiquiátrico Clodomira Acosta Ferrals se ha convertido en una casa de familia para los pacientes


No es un día común. Globos, cadenetas, piñata y música adornan el ambiente y develan la diferencia de la jornada. Desde muy temprano, manos laboriosas ultiman los detalles para la celebración de un gran cumpleaños colectivo. Los homenajeados esperan, aún sin reconocer el verdadero motivo de tanta algarabía.

Unos escuchan las melodías, otros bailan, y hasta quienes permanecen silenciosos dibujan la curiosidad en el rostro. En cada uno de ellos habita un niño que sueña en un mundo de fantasías, aunque ya muchos alcancen la tercera edad. De repente irrumpen las payasas con pintorescos trajes y contagian de alegría a este singular público.

Todos allí forman una linda familia y abrazan una inocencia que los hace seres especiales. Los cumpleañeros reciben sus regalos y no encuentran objeción en compartirlo con el amigo de al lado. Son sentimientos puros que nacen del alma, y no necesitan luces de entendimiento.

Adrián Rodríguez, es quizás el paciente más joven de la casa, solo tiene 19 años. Dice que le gustaba salir, admirar los árboles y el campo, disfruta la estancia en el centro. "Estoy bien, encuentro atención, amor, paz, libertad. Me encanta este cumpleaños, hay cake, refresco, baile, le di un beso a la payasa".


A su lado permanece Mirza Cañete Cruz, una de las más divertidas y a quien traicionaron los nervios después de 29 años en una de las profesiones más dignas: el magisterio. Ahora está aquí y agradece el privilegio de hallar a un colectivo consagrado a su labor. “A veces he llegado a pensar que estoy en un hotel cinco estrellas. La fiesta está muy divertida, bonita, con muchas iniciativas y todos la pasamos de maravillas”

Para Leodanis Peña Parra, un muchacho de 27 años con una patología psiquiátrica, esta experiencia reconforta el espíritu. “Cuando oigo la música mi corazón se lo entrego a Cristo y lo olvido todo…La actividad está muy linda y se han estimulado a todos los que cumplieron años este mes.

Resulta un espectáculo verlos sonreír, saltar, bailar... Hasta quienes parecen absortos en otra galaxia, por momentos, reciben con agrado el afectuoso gesto. Y justo en ese instante se multiplica el orgullo de las personas que dedican sus mejores horas a cuidarlos con esmero; los mismos capaces de descubrir al ser humano invisible a los ojos de los demás.

"Nos propusimos realizar el festejo cada tres meses para cambiar la dinámica del hospital, con recursos de la institución y del mismo personal. Muchos de los enfermos son abandonados por los familiares y nosotros tratamos de brindarles lo mejor", explica la licenciada Yanelis Labrada Pérez.

Las cámaras y celulares captan las imágenes para la posteridad. Vale la pena perpetuar las caritas sonrientes, el baile, los juegos, el beso robado, los empujones al romper la piñata... y también a los promotores de la actividad, varios de los cuales enjugaron lágrimas al percibirlos así, tan felices; esa, sin dudas, es la mejor de las recompensas.

“Para nosotros esta celebración tiene un gran significado, refiere Tatiana Basterrechea Gordillo, directora del centro. “La participación activa de ellos nos emociona porque somos su familia. Se trata de personas que pierden la mente y la mayoría no logra reinsertarse a la sociedad. Aquí encuentran algo más que la asistencia médica: amor y comprensión.

En los enrevesados caminos de la mente aún existen misterios ocultos. Demostrar solidaridad con aquellos que padecen estas enfermedades constituye un buen comienzo. Ellos, los nombrados de manera despectiva como “locos” son mujeres y hombres carentes de afectos. Quien los excluye o maltrata se convierte en un ser irracional e inhumano.

Muy pronto, volverá la rutina, y otra vez habrá que inventarse nuevas formas de arrancarles una sonrisa y alegrarles el corazón.

Dignificar la vida

El personal del hospital psiquiátrico Clodomira Acosta Ferrals aspira a convertir la institución en el centro de la Psiquiatría en Las Tunas. Así declara su directora, Tatiana Basterrechea Gordillo.

"En saludo al Triunfo de la Revolución -explica- queremos ampliar nuestros servicios asistenciales. Próximamente tendremos aquí el cuerpo de guardia, la urgencia psiquiátrica y el servicio de Agudo que hoy presta el hospital Ernesto Guevara".

Durante el 2017 se ha mejorado la estética de esta instalación de Salud, con la reparación del local de deshabituación y las salas de hospitalización. Igualmente, se mejoraron los sistemas sanitarios y eléctricos.

"El hospital, diseñado para 120 camas, actualmente tiene 80 pacientes con enfermedades mentales crónicas, de ellos 52 institucionalizados que viven aquí hace más de 10 o 15 años. El personal de Salud está preparado para brindar una atención de calidad", expone.

AMAR LO QUE SE HACE

Alexei Pupo Santana, licenciado en Rehabilitación Social y Ocupacional con nueve años de experiencia, afirma que su profesión es la piedra angular en este lugar.

"Trabajamos con las actividades de la vida diaria para reincorporar a la comunidad los pacientes con un mínimo de impedimentos y máxima independencia posible.

"Las personas con padecimientos psiquiátricos son maltratados y rechazados por la propia familia y los vecinos. En las calles, los llaman locos y en realidad son seres humanos que lamentablemente sufrieron una discapacidad mental o física. Aquí no solo les brindamos atención médica, sino que les damos apoyo emocional, cariño y afecto".

Alexei expresa la satisfacción y el orgullo de compartir con ellos, y ser útil a la sociedad. La mayor recompensa, sin dudas, es ayudarlos a vivir con diagnidad cada día.

 "Los enfermos me conocen y cuando llego de vacaciones me llaman y saludan. Es bonito percibir ese apego y la afinidad. Algunos vienen deprimidos y otros debutando con esquizofrenia. Somos la fuerza que necesitan e incluso, nos convertimos en su única familia".


Cuando habla el corazón 

Muchos de los pacientes con trastornos psiquiátricos son abandonados por su familiares , sin advertir cuán importante resultan esos lazos afectivos en la rehabilitación de los afectados. Sirva esta entrevista de reflexión

 ¿Cuál es la palabra que más te estremece? La respuesta brota sin titubeos, no de su garganta, sino desde ahí, donde palpita la existencia: "Madre", me dice y hace una pausa como quien no necesita argumentar lo obvio. Pero yo quiero saber, y comienzo a indagar los porqués.

"Es lo más sagrado de mi vida y sin ella no puedo ser feliz. Siempre le he caído atrás, hasta cuando va para la casa de los vecinos. Mi gran deseo es tenerla conmigo", afirma.

¿Dónde está? "Mi mamá se fue del país al igual que tía. Las dos me criaron y a mi papá lo conocí hace pocos años. Yo me quedé en un ranchito muy malo, que no tiene frente, cama, está vacío. Tía prometió comprarme una casita para estar cerquita de ella".

¿Qué imaginas para el futuro? "Sueño que estoy al lado de mi hermano Cristian Alejandro y que la familia se ha vuelto a juntar. Pienso que somos felices y celebramos un cumpleaños. Me hacen mucha falta".

Su inocencia y también la discapacidad mental que padece no le dejan ver más allá, aun así teje sueños alejados de las miserias humanas. Es Leodanis Miguel, un joven de 27 años, con una historia aleccionadora para todos los que filosofamos del mundo y nos cuesta entender que el amor es la clave para desentrañar todos sus misterios. Él lo sabe.

En el hospital psiquiátrico Clodomira Acosta Ferrals de esta ciudad recibe el afecto de personas que eligieron ser su familia. Sin embargo, faltan quienes llevan su misma sangre y, sobre todo, la mujer que lo engendró.

"Las cosas más tristes que he vivido son perder a mi abuelo y a mi tío. También que mi mamá no esté en Cuba y no tener un familiar que venga a verme al hospital. Necesito a alguien que me diga: tú no estás solo, porque te quiero y estoy a tu lado".

Prácticamente tiene mi edad, pero veo a un niño, carente de afecto. Cuenta que deambuló en las calles casi desnudo, recogiendo latas para venderlas a Materia Prima.

"El problema es que me tiré al abandono y pensé que era un borracho desahuciado. No quise bañarme más y empecé a pedir limosna para comer. Hay personas que llegan a darte un empujón, decirte malas palabras y amenazarte con botellas. Por eso yo no quiero saber más del alcohol. La policía me sacaba de los lugares y me llevaban para la Tercera, y era mejor así, hasta que me trajeron a este hospital donde recibo atención.

"Aquí no tengo que comprar jabón ni desodorante y me siento bien. He conocido bellas personas que tratan con cariño a los pacientes, le dan la comida y preguntan: ¿quieres más? ... Todo es pura felicidad".

Confiesa que años atrás, su vida era muy diferente. "Yo fui competidor de atletismo y estuve en la EIDE Carlos Leyva González y luego en la ESPA. Me convertí en una de las primeras figuras en los 3000 y 5000 metros de las carreras de fondo y medio fondo, y en el Nacional cogí quinto lugar.

"Me hubiera gustado ser pelotero y batear jonrones. Aprovecho para enviarle un saludo al equipo de Las Tunas, que echen pa´ lante y le den una sorpresa a nuestro pueblo".

Leodanis no se reconoce a sí mismo como un enfermo mental y ciertamente yo llegué a dudarlo. Sus conceptos bien podrían valerles a muchos "cuerdos" que andan por ahí. No puede ser diferente porque él habla con la transparencia que emana de su interior.

¿Qué es para ti el amor?
"Es lo más puro, sagrado y benigno que existe, todo lo puede. Me enamoré de una muchacha, pero debo trabajar para tener un sueldo y mantenerla, y a los hijos, porque no quiero que anden por las calles. También para poder ayudar a mi mamá cuando se haga una viejita el día de mañana, y a toda mi familia".

¿Y la humanidad?

"Para mí es lo más lindo de la creación divina. Por eso nada mejor que llevarse bien. Todos somos iguales. Siento orgullo de vivir en este mundo y cada día cuando amanece pienso que encontraré cosas buenas en el camino, siempre apartando los obstáculos".

A Leodanis le gusta cantar y prefiere a los Guardianes del Amor. Sin dudarlo entona con voz melodiosa un fragmento de una de las canciones de ese grupo: Solos el perro y el gato y yo, llorando por tu amor bajo la luz de la luna, el perro sin nadie a quien ladrar, el gato sin nadie a quien maullar y yo, bailando solo con mi soledad.

"Me encanta porque parece que él perdió a su mujer y se quedó en el aire. He estado solo, pero la vida es bonita, con momentos malos y otros mejores, y hay que aprovecharla al máximo".

Finalmente me aventuro a preguntar: ¿Te has percatado de que aquí hay muchos pacientes con enfermedades mentales?
"Sí, ya me he dado cuenta de eso".

¿Cómo consideras que deben tratarse a estas personas?

"Cuando están agresivas o empiezan a llorar es mejor no hacerles caso. Ellos necesitan conversar mucho, y saber que no están solos. Hay que regalarles las cosas buenas del corazón".

Sin salir del asombro, le pido que pose para mi cámara. Una pregunta suya me hace aterrizar o por lo menos convencerme de que el diagnóstico médico no se equivocó: "¿Tú eres quien viene a darme el alta?", dice con un rostro medio perdido. Una sonrisa fue mi respuesta, mientras la trabajadora a su cargo lo llevaba del brazo.

Regresa a su paraíso, allá va, con su compañía y soledad a cuestas.

Milagros del amor

Textos, fotos, audios y videos: Misleydis González Avila