Armamento y pertrechos defensivos de la primera vuelta al mundo

Armas de la época; fabricación, uso y eficacia

Cuando tratamos con materias tan complejas como el armamento imperante en un siglo concreto de la historia de nuestro país, una cosa es buscar información en Internet, novelas y películas basadas en hechos históricos, y otra muy distinta es mantener una conversación sobre el tema con un experto en la materia. Tras una interesante entrevista con Germán Dueñas, jefe de armas del Museo de Historia Militar de Toledo, varios de los mitos clásicos del cine y la literatura moderna quedaron desmentidos. Como siempre se ha dicho "la realidad supera a la ficción", y en el caso del armamento antiguo esta afirmación no hace sino cobrar fuerza.

Mi primera pregunta se dirigió hacia el ámbito de la uniformidad militar de la época, y al contrario de lo que hubiera esperado, en el siglo XVI la uniformidad militar era un concepto que apenas se había desarrollado. La mayor parte de los soldados de la época contaban con protecciones variadas, en su mayoría compuestas por una superposición de capas de cuero curtido, que combinaba una ligereza y una protección bastante equilibradas. Ya existían cotas de malla, y armaduras compuestas de placas metálicas, principalmente heredadas de la reconquista de Granada, aunque no había normas que dictaran que protecciones debían llevarse y de qué debían estar hechas. A fin de cuentas, cada soldado elegía en la medida de sus posibilidades las protecciones que más le interesaran, según su capacidad adquisitiva, experiencia y graduación.

Hablando concretamente de la expedición de la primera vuelta al mundo, a pesar de llevar abordo un cierto número de armaduras metálicas, pronto se dieron cuenta de que ni la climatología era las más apta para cargar con semejante peso, ni las armas del enemigo hacían necesaria una protección tan eficaz, pues una armadura compuesta por cota, espaldar y brazales de capas de cuero curtido era perfectamente capaz de ofrecer protección al soldado, librándole del agobiante peso de una armadura de placas de metal o una cota de malla.

Uno de los muchos datos de interés conseguidos a raíz de esta entrevista habla sobre la producción de armas en la península, y según nuestro experto, el suministro y la producción de armas de aquella época no estaba ni mucho menos centralizado, dejando la producción en manos de múltiples negocios particulares que hacían frente a la demanda imperante según sus propias posibilidades. Esto se traducía en que, según la procedencia de cada soldado, podía poseer una espada de un tipo o de otro, acorde con las posibilidades de su lugar de adquisición. 

Según Germán Dueñas, los organizadores de la expedición probablemente acudieran a fabricantes y artesanos de la zona vasca para obtener algunas piezas de artillería, lanzas, ballestas y algunos arcabuces, ya que eran conocidos por la eficacia de sus diseños, y eran una inversión segura.

Aprovechando que la conversación se dirigió por si sola hacia las armas de fuego, opté por hacer la pregunta que desde hacía unos días me rondaba la cabeza; "¿Las armas de fuego estaban ya estandarizadas como herramienta bélica, o aún era más común el uso de arcos y ballestas para este tipo de confrontaciones?". Nuestro experto no tuvo que plantearse mucho tiempo la respuesta a esta pregunta. Según nos dijo, las armas de fuego, a pesar de existir y estar en evolución en aquellos tiempos, aún distaban mucho de los mosquetes que vemos en la películas, por lo que su tamaño, grosor del cañón, diseño poco cómodo de manejar, y nula estandardización de los proyectiles hacía que una buena ballesta resultara más ligera, fácil de cargar y precisa, y en ocasiones incluso más potente que las armas de fuego de la época. Otro inconveniente resaltado por nuestro experto fue la climatología de la zona americana costera, además de la humedad del mar, que en ciertas ocasiones podía hacer que las armas ni siquiera dispararan, ya que la pólvora o la mecha mojada neutralizaba el arma de manera inmediata, cosa que no ocurría con una ballesta. Al peguntar por la variedad de armas de fuego, su respuesta fue que eran todas piezas de artillería, o armas largas muy pesadas, pero que la pistola que tanto vemos en el cine en el cinto de los oficiales navales antiguos no existía en ninguna de sus formas por aquel entonces (dato que me sorprendió mucho, ya que todas las producciones cinematográficas dan por hecho este elemento siempre que pueden). 

Otra de las razones citadas por nuestro experto para que las armas de fuego fueran tan poco habituales, era lo caras que resultaban, tanto en términos de fabricación, como de mantenimiento, como de munición, además de que al ser un utensilio tan novedoso y complicado, el soldado que la manejara debía tener una formación algo mayor que sus compañeros. Las armas de fuego largas de la época aun no habían conocido el gatillo como accionador del disparo; en su lugar, el soldado debía sostener el arma con un brazo, mientras con el otro acercaba un objeto candente (que debía mantenerse encendido en todo momento del combate), con el que prendía una mecha que, al poco tiempo, accionaba el disparo y lanzaba el proyectil, que solía ser una pequeña bola de plomo. Nuestro experto comentó que el uso de armas de fuego en una posible confortación con los indígenas de una zona era más por el factor psicológico de miedo, ocasionado por el estruendo que causaba, acompañado de una enorme humareda que solía asustar a los nativos.

Al preguntarle por el alcance y la potencia de las armas de fuego del siglo XVI, su respuesta fue "muy muy escasa", debido a que la utilización de pólvora negra, cuya capacidad de proyección era bastante reducida una vez efectuado el disparo. El ancho del cañón, sumado a la ya mencionada disparidad de calibres provocaba con frecuencia un escape de gases, que no solo provocaba una considerable pérdida de la impulsión, sino que no garantizaba en absoluto la precisión del disparo, provocando que su distancia efectiva fuera muy corta (de unos 8 - 10 metros aproximadamente).

Durante la expedición de la primera vuelta al mundo, los exploradores se toparon con contactos hostiles a lo largo de la costa americana y en ciertas islas, y es precisamente durante estas contiendas cuando resulta interesante comparar la eficacia superior de las armas portadas por el equipo expedicionario, en contraposición con la superioridad numérica de los indígenas. Según la descripción aportada por Germán Dueñas, los indígenas (en sus diferentes procedencias) no trabajaban el metal, y no acostumbraban a llevar protecciones (salvando ciertas prendas de algodón), por lo que las armas españolas podían fácilmente desgarrar el tejido y herir o matar al individuo. Recordamos que nada tienen que ver los indios mexicanos con los de las islas de filipinas, por poner un ejemplo, y aquí estamos dando unas nociones generales sobre el nivel tecnológico que poseían en el ámbito bélico. 

La mayor parte de las armas con las que se encontraron los exploradores de la expedición eran armas de tipo contundente, aunque había lanzas poco trabajadas y ciertas arlas con incrustaciones que podían perforar la piel humana, como por ejemplo una versión rudimentaria de lo que hoy sería un hacha. Como arma de uso a distancia contaban con arcos bastante bien perfeccionados, y con una cerbatanas que disparaban dardos envenenados con ungüentos de fabricación artesanal, los cuales a lo largo de la historia se llevaron la vida de multitud de soldados españoles.

Hablando de la artillería a bordo del barco (porque no nos consta la presencia de piezas de artillería portátiles para desembarcar y mover por tierra), tenemos entendido que fundamentalmente poseían de 4 a 8 arcabuces de rueda dispersos por la baranda del barco (mayor tamaño que un mosquete, calibre medio, carga de pólvora negra y accionamiento por mecha). El reducido número de estos elementos se explicaba por la baja inversión que se realizó en el ámbito armament, ya que en ningún momento se consideró que se fuera a requerir la presencia de armamento pesado durante el viaje, y en efecto no se requirió, ya que el armamento indígena no precisaba de tanta potencia de fuego. Estas armas eran caras, costosas de adquirir y difíciles de mantener, además de requerir una munición especifica, pesada y que ocupaba un espacio fundamental a bordo de las ya de por si pequeñas embarcaciones.

Como conclusión de este reportaje, me gustaría repasar brevemente los conceptos explicados, sirviendo esta ultima sección como resumen: en primer lugar, es importante recalcar cómo los mitos de un ejército conquistador con grandes piezas de artillería y brillantes armaduras queda en gran medida desmentido, pues estos artilugios eran minoritarios en la expedición. Es también imprescindible que recordemos cómo la ballesta estaba mucho más estandarizada que cualquier arma de fuego durante la expedición, aunque de estas ultimas podíamos encontrar algunas. La uniformidad no estandarizada también es un dato interesante de la época, desmintiendo el rumor de un uniforme y una armadura estándar. Por último es interesante volver a mencionar que el gasto realizado en armamento por parte de los organizadores de la expedición fue poco más que prudente, por lo que la mayor pieza de artillería que se encontraba abordo eran los arcabuces de rueda de la baranda del barco.

En conclusión, me gustaría resaltar el valor y la perseverancia de los tripulantes de las embarcaciones que dieron la primera vuelta al mundo, ya que los combates puntuales eran tan temibles como una travesía de meses en la mar en un espacio tan reducido como un barco de la época. Su viaje fue el primer viaje, y de él aprendieron las próximas expediciones, pero ninguna tuvo el mismo mérito que ese camino a lo desconocido, sin mapas ni especificaciones, donde la única esperanza estaba depositada en los arcaicos instrumentos de navegación de la época y en la maestría naval de unos buenos oficiales.