Tres horas de Evo Morales en Yapacaní

Gonzalo Colque / 3 de agosto de 2018 / www.ftierra.org 

Desde el año 1953, cada 2 de agosto se conmemora el "Día de la Reforma Agraria". Pero desde el 2006, sin mucho éxito, Evo Morales se esfuerza por rebautizar esta histórica fecha, en parte para esquivar el problema irresuelto de tierras.

Son las 10:50 de la mañana del 2 de agosto de 2018 cuando Evo Morales entra al estadio de Yapacaní. Miles de campesinos aplauden su llegada, agitan banderas azules, al tiempo que muchos otros apostados cerca de la comitiva prueban suerte extendiendo la mano para llamar la atención del jefe de Estado. Tarda sólo unos minutos en llegar a su lugar en la tarima. Un ayudante le alcanza una bandera    —tricolor por un lado y wiphala por el otro—, la agita en el aire animado por los vítores del público, aunque prefiere mantener la mano izquierda en el bolsillo. El maestro de ceremonias anuncia el inicio oficial del "Día de la Revolución Agraria, Productiva y Comunitaria".

Después del himno nacional entonado con el puño izquierdo en alto, arranca la ronda de oradores y números musicales. Habla el alcalde de Yapacaní y minutos después suena la moseñada interpretada por músicos y danzantes que viajaron desde la localidad de Sica Sica de La Paz. Baila Evo, baila el vicepresidente, baila Carlos Romero. Habla Segundina Flores, la ejecutiva de las bartolinas, subraya que los interculturales no son colonizadores porque no vienen de otro país. Continúa el acto con otro baile andino. Entran en escena los intérpretes orureños de la tarqueada de Turco. Esta vez, los bailarines no tienen la suerte de engrosar sus filas con la participación de las autoridades. Mientras suena la música, el presidente se mantiene ocupado recibiendo saludos y presentes. Los ministros se disculpan de bailar y permanecen sentados. Lo contrario sería imprudente. Los elegidos para saludar y entregar los regalos, en realidad son 'elegidas' porque la mayoría son mujeres y varias jóvenes. Se acercan por turnos al mandatario para estrechar su mano y entregar el presente. Cerca de una veintena de sombreros de saó se posan por unos segundos en la cabeza presidencial, unos segundos después pasan atrás a manos del edecán, el militar entrega a un ayudante de seguridad, quien a su vez lleva hasta las manos de otro asistente encargado de estos afanes. La misma ruta siguen los demás presentes: guirnaldas de todo tipo y tamaño, certificados de reconocimiento, canastones de frutas, tejidos artesanales, objetos irreconocibles, incluso camisetas de fútbol. No faltan las bandejas de comida, platos típicos, empanadas, bebidas de todo color y hasta un tatú cocinado en su propio caparazón.

Habla Cresencio Yavi de CONAMAQ. Agradece por los decretos que se anuncian para homenajear la histórica fecha. Vuelve la música y la danza. Es el turno de los pobladores de Yapacaní, quienes no solo exhiben un baile local sino que un grupo de representantes toma contacto uno por uno con el mandatario. Más canastones llenos de plátanos, naranjas, mandarinas y piñas. También entregan documentos, papeles sueltos, sobres, proyectos, demandas sectoriales y otras peticiones escritas. Una mujer se tarda demasiado explicando y hojeando unos documentos frente al presidente. Varios escolares saludan y algunos aprovechan la ocasión para tomarse selfies con Evo y Álvaro. Llega el momento de Pedro Vare, presidente de la CIDOB. Habla del proceso de cambio por unos minutos. Retorna la música. Ahora muestran su dotes artísticas los yarituses de San Xavier. Cuando deja de sonar la música, Henry Nina, ejecutivo de los interculturales, ocupa la testera. Se esfuerza en aclarar que el “Día del Indio” ya no existe e insiste que ahora son tiempos de revolución productiva y comunitaria.

Confiado en su explicación surtió efecto, se arriesga a interactuar con el público:

—¿Hoy es Día de la…?

Solo un par de campesinos entrados en años responde a media voz.

—¡Reforma agraria!

El altoparlante anuncia una estampa yotaleña con integrantes llegados desde Chuquisaca.

Son las 12:07 cuando el maestro de ceremonia anuncia que es el momento de la firma de los decretos. Cinco decretos y dos proyectos de ley: créditos para pequeños productores, compras estatales con facilidades, sanciones contra el abigeato. Evo firma, Evo muestra los decretos para las cámaras pero todavía no es su turno de hablar.

Jacinto Herrera, ejecutivo de la CSUTCB, es el siguiente orador. Agradece por los decretos que solo serían de emergencia, promete más decretos, afirma que los pequeños productores producen para el mercado interno y explica a gritos su versión sobre “Bolivia dijo No”.

—Quiere decir, “Presidente, No se vaya”.

Evo levanta la cabeza, escucha las voces de apoyo que suben de tono. Sonríe, se pone de pie y pide una bandera para animar el momento. Esta vez la agita con mas entusiasmo, sin la otra mano en el bolsillo.

Llega al escenario la saya afroboliviana. Habla Juan Carlos Guarachi, ejecutivo de la COB. Dice algo sobre los soldados del proceso de cambio. Desde un escenario anexo, los Awatiñas irrumpen con dos temas musicales. Se acerca el momento del discurso presidencial. Hablaron siete dirigentes campesinos, indígenas, obreros, interculturales, originarios; pero ninguno de los catorce ministros de Estado presentes. Ni el ministro Cocarico, en su calidad de cabeza del sector de desarrollo rural y tierras. Tampoco el vicepresidente. Solo Evo hablará a nombre del Estado Plurinacional.

Son las 12:45 cuando el presidente comienza su intervención. Lee con cuidado partes del decreto de Germán Bush de 1937 que declara el 2 de agosto como el "Día del Indio". Dice que le entiende —le excusa— al 'militar-patriota' por haber puesto ese nombre despectivo. Asegura que el 2 de agosto viene de 1937, de la lucha por la educación indígena y no de la lucha por la tierra de 1953. Su intención tenaz es una sola: dejar de asociar esta fecha histórica con la Reforma Agraria de 1953 que eliminó las haciendas, devolvió tierras a los campesinos y abolió el pongueaje. Al igual que en los actos de los años anteriores, insiste en su reinterpretación y se hizo una costumbre el rebautizar la fecha. El 2006 fue el “Día de la Revolución Agraria”. El 2008 cambió a “día de la liberación y educación indígena”, un año después como el “día de la autonomía indígena”, el 2010 fue el “día de la revolución agraria productiva comunitaria”, el 2011 recibió la denominación del “día de la liberación política y de la liberación económica” y el 2015 como el “día del antiimperialismo”.

La rutina del discurso presidencial tiene rasgos casi únicos. Habla de los abusos y sufrimientos de quienes osaron desafiar el poder establecido de la época colonial y republicana. Dice que sacaron los ojos a los primeros indígenas que aprendieron a leer, afirma que cortaron las manos a los primeros que aprendieron a escribir. Un murmullo de asentimiento se extiende entre los asistentes. En otro momento de su alocución se dirige a los jóvenes. Explica que en la época de las dictaduras militares existía el toque de queda, que no había libertades para las fiestas pero hoy tienen tantas libertades que hay “la previa, la fiesta y el remate”. La mezcla del mundo mítico del antes y el ahora retocado surte efecto. Sus palabras son premiadas con otro aplauso.

La realidad dicotomizada avanza en el discurso. Se lamenta porque antes la élite dominante había aseverado que los indios no tenían alma, que eran un pueblo enfermo y que no sabían gobernar. Pero ahora, dice, los indígenas gobiernan, construyen un pueblo con identidad y, sobre todo, una nueva Bolivia. Retornan los aplausos. Y continúa. Antes la clase gobernante estudiaba en Europa para aprender cómo gobernar, pero hoy, enfatiza, vienen del mundo a Bolivia para aprender a gobernar. Unos jóvenes sonríen y festejan aunque sin convicción plena de lo que escuchan. Continúa con que antes los presidentes neoliberales consultaban todo al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional pero ahora él consulta con el pueblo y esa es la razón para que los ingresos hayan aumentado de cinco mil millones de dólares a treinta y seis mil millones. La gente interrumpe con un aplauso entusiasta.

El discurso termina con el mensaje de Evo es sinónimo de estabilidad. Afirma que en los cinco años anteriores a su gobierno (2000-2005) habían cinco presidentes, en promedio uno por año (esto es verdad). Pero, en su interpretación, este tambaleo es historia porque su gobierno creó programas sociales mediante la nacionalización y la industrialización. Explica de forma simple pero clara que su gobierno trajo estabilidad social y la misma se tradujo en estabilidad política. Pero lo más importante —subraya con el dedo índice levantado— la estabilidad social no sólo trajo estabilidad política sino también crecimiento económico. Los aplausos son más prolongados aunque a estas alturas disminuye peligrosamente el número de asistentes.

Son las 13:26 cuando el presidente se dispone a desprenderse del micrófono. Lanza un último mensaje a modo de advertencia:

—Ellos [la derecha] están buscando muertos para echarnos la culpa, como siempre. Respetamos, es su derecho, pero también nos veremos en el voto. Ahí es otra cosa.

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