Mujeres que le apuestan a la conservación

Crónicas 

En el Día Internacional de la Mujer Trabajadora presentamos tres historias de mujeres que se han dedicado a proteger la vida y los recursos naturales, a vencer las tradiciones familiares asociadas a la depredación, a liderar proyectos productivos sostenibles y de preservación de la fauna y a defender los páramos como fuente de subsistencia campesina.

La guardiana del roble

La historia de Mélida Ruiz Castellanos está marcada por la depredación del bosque, sin embargo, un día se rebeló contra esa tradición familiar. 

"No ha sido fácil, pero a mí nada me queda grande", dice mientras asciende rauda por el Sendero de los Micos, un estrecho y resbaloso camino de piedras, lajas y hojas marchitas en proceso de descomposición por el que se llega a la parte alta del Parque Regional Natural Serranía El Peligro, ecosistema rico por la presencia del roble que se extiende por parches a lo largo de las 2.647 hectáreas que lo conforman. Seguir leyendo.

Las mariposas de Occidente tienen el color de la esperanza

Cuando suena la campana que anuncia el final de la jornada escolar en la institución La Y, María Alejandra se prepara para emprender su regreso a casa. Vive con Leidy Galvis, su mamá; y con su abuela Edilsa Cortés Porras en la vereda Las Quinchas del municipio de Otanche.

Aún en medio del bullicio generado por ese tilín tilán tan esperado del medio día, y mientras empaca sus útiles, esta pequeña se ve corriendo presurosa contra el polvo y el viento. Se imagina llegando agitada, saludando con premura y entrando con sigilo al mariposario que hace tres años fue acondicionado en la parte baja de la vivienda familiar. Seguir leyendo.

El páramo tiene alma de mujer

No tiene más de 25 años pero por la fuerza de su discurso sobre la naturaleza y sus misterios parece una experimentada ecóloga, apasionada por la vida que emana generosa desde las altas montañas.

Es Johana González, integrante de la Red Tejiendo Páramos, un organización social que trabaja por la defensa de los bosques y de las fuentes de agua que abrazan a Bogotá y que calman la sed de sus casi siete millones de habitantes. Seguir leyendo.