No me quiero rendir

Un texto para recordarme a mi mismo como pensaba en diciembre de 2017

Trato de buscar en páginas de líderes pasados, las palabras de aliento que hoy me faltan. El panorama luce mal. Me abruma la agonía de cada persona que sufre por la situación del país. El hambre crece cada día bajo los signos de la incertidumbre.

Solo me pregunto, cuánto más podré resistir. No lo sé. A veces amanezco con esa voz que me dice: Sigue luchando tu esfuerzo vale la pena. Otros días me levanto con la noticia de otro amigo que se va y me desespero. Siento que pierdo el control de todo y no tengo seguridad de nada.

Sin embargo, cuando me toca hablar con otra persona siempre trato de brindar un ejemplo de resistencia y optimismo. No sé porque siento una responsabilidad en intentar brindarle ánimo a la gente. A veces solo sonrío esperando que me devuelvan el mismo gesto. Quizás así brinde más esperanza, que cualquier palabra que pueda emitir.

Mientras escribo esto, sigo pensando en otros momentos oscuros de la historia de mi país y del mundo, que puedan guiarme, que me permitan nutrir mi alma de nuevo aliento.

La sombra de la muerte se yergue sobre Venezuela, bajo un régimen político que secuestro el espacio público y la libertad del individuo.

Cuando no puedo dormir me da por contar a mis amigos repartidos en el mundo: James en California; Adriana en Madrid; Paola en Guayaquil; y Daniel en Buenos Aires; solo por nombrar esos cercanos que son como tu familia.

En mi infancia siempre soñaba con tener amigos en todo el mundo, pero nunca pensé que iba ser de esta forma. Me parece una de esas ironías del humor negro, que Dios tiene preparado para cado uno de nosotros.

Hoy nada está claro para mí. Alcanzar la libertad para mi país como propuesta de vida significa una serie de sacrificios, que va más allá del recurso material e inclusive de las relaciones afectivas. ¿Seré tan fuerte? No lo sé. Quizás deba ser más egoísta y aprovechar mis amistades en el exterior y huir mientras puedo; para luego llevarme a mi familia de esta pesadilla.

No. ¡No te rindas! Es de nuevo mi voz interior, que me dice sigue luchando, que no podemos dejar que el mal gane esta pelea. Quizás solo vi muchas películas idealistas en mi infancia y por eso soy así. Mi película favorita es el Rey León. Ahora pienso que estamos en el momento de Scar y las hienas, pero con la certeza de que pronto vendrá la rebelión y la época de Simba. Quizás por esas ideas tontas, en las mañanas pienso que aún tengo mucho que dar. Pero ¿De verdad será así?

Estoy activo en la política desde los 18 años, en algunas ocasiones bajo el paragua de un partido político, otras veces bajo mi propio liderazgo social. Hoy tengo 24 años. Son 7 años de trabajo, que pueden parecer poco. Pero en este momento representan un poco más de un cuarto de mi vida. Tal vez por eso, ahora me encuentro impaciente, ante la necesidad de cambio y autonomía, que hoy no poseo aquí en Venezuela.

Aún no me rindo. No lo quiero hacer. Espero que este escrito alargue esa decisión que no quiero tomar, pero que todos los días entre la escasez de alimentos y la pesadez de una ciudad colapsada y sin dinero, aparece cual amante lujuriosa en forma de boleto aéreo con un fondo cinético de Cruz Diez.