De amores e historias  

14 de febrero: fecha-pretexto para contar esas bellas e irrepetibles historias de amor que hoy convertimos en relatos multimedias. 

                          

   Amor de otro tiempo, no importa, amor igual

Rafael Ángel y Olga Emilia vivían cerca, muy cerca. Él, 20 años mayor, con una bonita apariencia y una elegancia muy suya a la hora de vestir le cambió en segundos.

Iba por la calle Joaquín de Agüero, del reparto La Vigía, donde vivían ambos. Él, impecable, como siempre, dirigía sus pasos hacia un almuerzo. Ella, muy blanca, pelo negro, delgadita y con par de ojos como cuentas de esmeraldas en su faena de limpieza, lanzó el agua sucia sin mirar y lo bañó, así de fácil, lo volvió una sopa de no sé qué.

Los dos contaban que él, muy caballeroso, no dijo palabra alguna, se sacudió un poco, como pudo y regresó sobre sus pasos. Ella, muerta de la risa y coloradita a más no poder se escondió detrás de las persianas de la ventana.

Al rato Rafael Ángel volvió, sí, pero por la acera de enfrente. Con el rabo del ojo supo que Olga Emilia esperaba pacientemente tras la ventana. Esperaba por su regreso.

Ese día él se fijó en ella y ella en él. El amor tocó a sus puertas. Tuvieron dos hijos y seis nietos; un bisnieto y una bisnieta llegaron después. Ah, cuando dieron la buena nueva a la familia acerca del matrimonio ya los papeles estaban en camino.

Creo que solo de mirarse sabían qué quería el uno del otro. Ese cubo de agua sucia les trajo el amor de otro tiempo, no importa, amor igual, y hoy Día de los Enamorados o de San Valentín, como se llame, lo recordé todo muy rápido y quise regalar parte de esa intimidad familiar. ¿Separados?, sí, solo por la muerte, si lo sabré yo que soy la hija.

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47 AÑOS NUEVOS

Ellos son Elsa y Oneido. Tras 46 años de casados no conocen mayor amor que el que se tienen.

Para Oneido fue un "flechazo". Aquel 31 de diciembre celebraba con los amigos y pasó de sentirse a sus anchas entre ellos a percibir que su lugar estaba en otro sitio: donde la elegante muchacha del sobretodo, la más seria del grupito recién llegado.

A Elsa la convenció una hermana. Ella no quería salir sin compañía un día señalado, pero terminó vistiéndose bonita para estar en la fiesta grande de la avenida de la Libertad. No le hizo gracia el trío de muchachos que casi en la medianoche “atacó” su grupo, ni mucho menos el que le ofreció beber de su botella de ron.

— Me dio muy mala impresión —cuenta, y lo mira como sintiéndose culpable de juzgarlo.

— Entonces no había vasitos desechables por donde quiera —acota él, riendo, y confiesa que le “picó más el bichito” cuando la que lo había atraído fue la única en negarse a beber.

Constante en su plan no se separó más de los recién conocidos y juntos vieron llegar un nuevo año en el que se prometió hacerla su esposa. Poco después, el 3 de julio de 1971, ese sueño se cumplió. Una foto en la pared de su cuarto los perpetúa elegantes y nerviosos.

Elsa se casó con 36 años con el primer y único novio que ha tenido:

“Pude encontrar antes el matrimonio. Aunque nunca fui muy bella sí tuve admiradores, uno incluso fue a la casa con el dinero listo para la boda. Pero quería amar, y eso ocurrió cuando me dejé conquistar por Marín” (ella lo llama por su primer apellido).

“Es una mujer noble, entregada, paciente… todo lo que hacía falta para casarse conmigo. Desde el primer instante lo entendí. Con su cariño aprendí hasta a ser fiel, porque yo no era fácil cuando nos conocimos.

“Sé que le di dolores de cabeza al principio, pero venga el día que usted quiera, no solo los 14 de Febrero. Me encontrará amándola. Y ya no con la pasión de cuando éramos jóvenes, eso cambia irremediablemente, pero la quiero con mayor intensidad. Hoy, además la siento tan parte de mi vida, tan unida a mí, como un familiar de sangre”.

Oyéndolo hablar de su historia no lo parece, mas dicen que Oneido no es muy conversador. Antes se refugiaba en los libros, porque le gusta saber un poco de todo y ahora pasa los días frente al televisor, sobre todo si repiten películas de su época.

"Al cine me invitó unos días antes de casarnos y cuando en mi casa se enteraron se formó la que se formó. Ya yo era una adulta y trabajaba, pero en aquellos tiempos era un escándalo", recuerda ella, y él se une a la historia y las carcajadas.

Él tuvo tres hijos. Después de su matrimonio con Elsa no le volvió a llegar la dicha, pero ella siente suyos también a los de Oneido, y sabe que la vida le dio otras sorpresas, como la de contar con él.

Comparten habitación en el hogar de ancianos de Camagüey; en la sala de parejas casadas. Hace cerca de un lustro decidieron terminar allí sus días: “Juntos, hasta que la muerte nos separe”, repite Elsa, y en la mirada, que se posa una y otra vez en su Marín, se le ve que para ella no es frase hecha, sino hondamente sentida.

  Amo a un desconocido 

¿Quién no ha amado o ha sido amado alguna vez en su vida? De seguro recibiré infinitas respuestas del novio apasionado, de la madre tierna, del hijo grato, del soldado fiel.

Un hombre ama a una mujer, porque se puede decir que para eso hemos nacido, para encontrar nuestra pareja de tránsito por esta vida.

Una madre —y padre, por supuesto— ama al hijo porque ¿cómo un artista no va a amar a su mejor obra?

Y así, cualquiera puede encontrar fácilmente la causa de su amor. Hasta parecería una pregunta tonta la de interrogar a alguien por qué quiere a su madre, o a su patria.

Pero, ¿por qué razón amar a un desconocido? Este es un amor de fibra diferente, es un amor más sencillo, tan sencillo que es invisible a la mirada común; tan desinteresado, que es el más puro de todos.

El amor al desconocido, o como lo llaman algunos: amor al prójimo, es aquel que se siente por esa persona de la multitud; a la que no le conoces ni el nombre; a la de ese rostro que olvidarás a los tres minutos, o que ni siquiera te dignas a mirar.

Para este tipo de amor sí es más difícil hallarle una causa. Solo se explica en la infinita generosidad y sensibilidad humanas.

Si has dado los buenos días a un perfecto extraño, incluso a ese portero que te recibe todas las mañanas; si has regalado una sonrisa, con el único interés de ablandar un rostro endurecido; si has premiado con las gracias a ese que sirve tu bandeja o limpia tus zapatos; si has prestado auxilio con la única recompensa de saber que haces el bien; entonces, sabes de lo que hablo.

Regalos de adentro para
un día de exportación

 

Ella llegó a la tienda en busca de un regalo para su novio. Los salarios de los padres confluyeron para el intento de presente. "Mija, no encuentro nada: lo lindo está caro y lo barato está cheo . Es que no encuentro ningún detallito, algo que quede", le dice Ángela a su amiga.

"Oye, no te rompas la cabeza, le das un perfume y ya, lo más importante es que se quieren de verdad, mira, que eso es lo más difícil de encontrar y ya ustedes lo tienen..."

Tras los pasos de las muchachas que, después de mucho mirar, se fueron sin compra alguna, también caminaron los pensamientos sobre cuántas peripecias padecerá su novio, y todos los enamorados si circunscriben los agasajos de un día singular al sufrimiento de los bolsillos.

Lo especial de un día no debe darlo un obsequio por más duradero, útil o hermoso que pueda ser. ¿Acaso un perfume queda más y mejor en la memoria que un día en el campo, o una serenata, o una velada derretida a la luz de las velas, preparada en sorpresa por alguna mano amante?

Por mucha costumbre de reguetón, los oídos siempre agradecen un poema o palabras tiernas y no hacen fechas exactas para esto. Quien celebra un día como el de los enamorados debe también conocer que lo más significativo de tal jornada es el amor en sí, si es verdadero, con eso basta.

El fogueo de la cotidianidad desmuestra con creces que el amor no prioriza las cosas "nuevas de paquete" ni "de afuera", sino aquellas imposibles de empaquetar como un gesto sincero labrado con delicadeza.

El restaurante de más glamour no supera la intimidad de aquel lugar memorable o el atractivo del nuevo recodo. Veinticuatro horas de amor repetidas durante doce meses tienen ventaja sobre los regalos de un día salidos del bolsillo y no del corazón.

Ojalá el novio de Ángela sepa que los cocuyos hacen mejores caminos en el alma que bombones caros y un perfume de importación.

Los fotorreporteros de Adelante relatan en estas imágenes el amor en varias de sus infinitas dimensiones




Créditos:

Textos: Olga Lilia Vilató, Zoila Pérez Navarro y archivo del periódico Adelante

Fotos: Leandro Pérez Pérez, Orlando Durán Hernández y Otilio Rivero Delgado

Edición: Malena Alvarez Julín y Zoila Pérez Navarro